Eso le digo a mis alumnos, yo no soy una maquina dispensadora, me gusta que me traten con educación, que se dirijan a mí por mi nombre para eso me lo pusieron, que me traten con cariño, como yo lo hago, que sus trabajos lleven su personalidad y su carisma no un corta y pega, que primero es la educación, después ser buena persona y después los contenidos.
Quizás si fuera una máquina, no tendría sueños, ni pesadillas, no tendría miedos, ni sentido del ridículo, no habría cambios en mi frecuencia cardiaca ni en el ritmo de mi respiración, viviría en un solo tono, con una sola melodía, pero es tan bonito no ser una máquina dispensadora,
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