BEA Y EL UNICORNIO
Bea era una niña pequeña que vivía con su mamá, le encantaba contar historias a sus amiguitos del cole, historias fantásticas, que a ellos les gustaba escuchar, pero que nunca se creían, eran demasiado fantasiosas.
Tenía la cama llena de peluches, pero en las últimas semanas no se separaba de su peluche El unicornio blanco, lo llevaba a todas partes, una noche después de que su madre le contara un cuento, Bea se quedó acariciando a unicornio por la barriga y se le encendió el cuernecillo, de pronto le salieron dos alas blancas, que empezó a aletear, Bea no lo dudó ni un poco y se subió encima, se agarró fuerte a su lomo, y salieron por la ventana del velux, recorrieron todo el pueblo surcaron el cielo azul, y rodearon la luna, Bea iba contándole al unicornio todos los sitios por donde pasaban, cuando así lo hicieron por encima del cole de Bea, en el árbol más alto Bea colgó su diadema de led en una gran rama, que cuando ella y sus amiguitos salían al recreo, todos la señalaban como el dedo de Dios porque se metía entre las nubes señalando el cielo. Allí la colgó, era precioso porque a lo lejos parecía una estrella que se había caído del cielo. Llegaron del paseo y Bea se quedó dormida acariciando a su unicornio.
Al día siguiente cuando Bea fue al cole, les contó la historia a sus amiguitos, y les encantó pero no se la creyeron, y Bea les señaló el dedo de Dios, la rama que tanto les gustaba, y vieron una estrella que no paraba de brillar, era mágico, porque era de día, Bea les dijo esa es mi diadema de led, allí la dejé para que vierais que ha sido de verdad, los niños por la noche señalaban la diadema de Bea y les contaban a sus papis la historia de Bea. Estuvo brillando muchos, muchos años en el dedo de Dios, como llamaban a la rama de aquel árbol, porque se perdía entre las nubes pareciendo señalar a un cielo acogedor.
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