martes, 28 de noviembre de 2017

LA NECESIDAD DE APARENTAR



La necesidad de aparentar, ¡que trabajo más duro y difícil!, muchos y muchas se proponen hacer creer al resto de las personas que viven a su alrededor, que tienen más dinero que nadie, que su vida es feliz, que derrochan alegría, que no les falta de nada, para ello es necesario que hayan personas que se presten a que todo eso les alimente su tiempo, así pueden chismorrear y criticar llenando su tiempo gracias a lo que hacen los demás, un juego muy banal que solo sirve para codiciar la vida de los demás, aunque sea pura ficción, por que mirar para adentro es duro, y entonces llegamos a la yoismos o yoyitis inflamación del yo, por que yo me he comprado, por que yo soy..., por que yo tengo... por que  yo hago..., y luego empieza el posesivo de mi marido, mis hijos, mi coche, mi trabajo, mi móvil, mi tableta, mi .....

Un etc...que intenta convencer al resto de algo que tu no te crees, pero que te hace actuar cada momento de tu vida perdiéndote la espontaneidad de cada segundo. 

A medida que lo tienes todo controlado, tus momento pierden frescura, pierden verdad, y se convierten en el guión de una peli mala, donde los personajes secundarios son sumamente aburridos, y el principal se ha metido en un reloj de arena donde todos sus condicionamientos le lleva a que el tiempo se escurra entre sus dedos sin más transcendencia que lo que pensarán los demás de mi vida, una vida insustancial, que quizás algún día me arrepienta de haberla vivido así, o quizás no, por que condicionado hasta las patas, no pueda ser consciente de ello, pero eso sí, en la esquela aparecerá lo previsible con cariño de tus seres queridos, y te meterán en el panteón familiar, para que luzcas el más bello del cementerio.


martes, 7 de noviembre de 2017

El COCHE DE CABALLOS



Son las ocho y diez de la mañana, y otra vez pasa ese coche de caballos por la puerta de la urbanización, la calle es estrecha y hay una curva cerrada, pero pasa desde hace un mes todos los días y los caballos parecen conocerla de memoria, es un coche del siglo XVIII, y su cochero lleva traje de la época blanco, con esa peluca tan característica, parecen llevar prisas y siempre pasan a la misma hora. No entiendo nada, el otro día salí con una vecina y ella no lo vió, disimulé por que pensé que me estaba volviendo loca, como aquella serie que en los ochenta ponían en la tele Yo Claudio, donde El Cesar se volvió loco por que escuchaba el galopar de unos caballos, me producía mucho desconcierto pensar que me estaba ocurriendo a mi. 
Decidí ponerme en la cera, ser valiente y verlo más de cerca, esperé a que fuera la hora, y después de la curva donde se iniciaba la calle, comenzaron a aparecer los caballos, era espectacular lo sincronizados que iban al galopar, tan bellos y limpios, con la crin ondulada y con un brillo alucinante. El ruido era ensordecedor. 
- El cochero gritaba:¡¡ arre, arre, ayúdenme me han robado el alma, un grupo de bandoleros me ha robado el alma!!.
 Cuando pasó por mi lado frenó tirando de las riendas, se abrió la puerta del coche y no dude en entrar, quería saber que estaba ocurriendo. 
Dentro del coche una bella señora, no paraba de llorar gritando:
-¡¡ me han robado el cuerpo, me han robado el cuerpo, esos bandoleros me han robado el cuerpo!!.
 La señora me miró en un momento de quietud y me dijo que estaban mortificados a deambular eternamente por esa calle hasta que encontraran las partes robadas por los bandoleros. Les dije que parasen que no siguieran, que se escucharan, que observaran su interior, el cuerpo solo es un vehículo, una carcasa que se puede reparar, recuperar si la mente se lo propone, nadie puede robar tu cuerpo si tu mente es libre.
 Me senté al lado del cochero y le dije que la mente no se puede robar, que le habían hecho creer una imposibilidad, la mente está metida en una caja fuerte y el único que tiene la llave es uno mismo. 
Quizás salieron del bucle en el que estaban desde hacía años.
Me bajé del coche, se puso en marcha pero esta vez los caballos despegaron como un avión hacia arriba y desaparecieron en el cielo azul, un fuerte olor a jazmín embadurnó todo mi alrededor. 
Nunca más volví a ver aquel coche de caballos, quizás fueron unos espíritus atormentados de aquella época, o quizás estaba muy cansada y creí soñar algo que parecía real. Pero siempre que paso por la calle de mi urbanización a las ocho y diez cuándo voy a trabajar hay un fuerte olor a jazmín, que me hace recordar aquel hermoso paso del coche de caballos.


lunes, 6 de noviembre de 2017

LOS SUEÑOS DE ANTONIO

Erase una vez un niño de cinco años llamado Antonio, era rizoso, con un pelo rojizo y su cara llena de pecas, ojos grandes verdes, corpulento y perezoso de movimientos. A Antonio le gustaba mucho pensar, fantasear todo el rato, huir de la realidad e introducirse en inquietantes historias de dragones, piratas, ataques de marcianos, y monstruos verdes. 
Su tía Mari se lo llevaba al cine los miércoles, el día del espectador, aprovechando que sus padres trabajaban hasta tarde, después le invitaba a una hamburguesa, y le acostaba después de contarle una de esas historias increíbles que nadie como ella se inventaba. 
Antonio no podía soportar los gritos de sus padres, se peleaban continuamente, su padre lanzaba cosas, golpeaba la mesa cuando estaban comiendo, le tiraba del pelo a su madre, y se acuerda de aquel día que desde su habitación vió como su padre le retorcía la muñeca a su madre, que gritaba de dolor. Entonces apretaba fuerte los ojos, tan fuerte que siempre salían lágrimas de ellos y humedecida la cara, empezaba a soñar sus hermosas historias, todas ellas acababan igual, el estaba en un precipicio apoyado solo con la punta de los pies, perdiendo el equilibrio hacia el vacio, y de pronto llegaba su tía Mari, llevaba a su madre detrás y lo rescataban casi en el aire, cabalgando en un hermoso unicornio blanco, sentía la cara fresca del viento rozando sus mejillas y su madre lo abrazaba fuerte, mientras su tía llevaba las riendas del animal.
Antonio, solo quería que llegara el miércoles, esas tardes no sufría y vivía el momento con auténtica atención, le daba pereza que llegara la hora de dormir, por que sabía que vivía en una casa donde había mucho sufrimiento, y él solo quería huir, soñar con dragones, piratas, ataques de marcianos, y monstruos verdes.