jueves, 29 de octubre de 2020

IRIS Y SU COMETA AVIÓN

 

Iris salió a volar su cometa avión. Lo hacía cuando el día se lo permitía. Ese día hacía un sol dominante sobre un cielo despejado, todo era perfecto o así parecía serlo. Se lo dijo a su madre y salió por la puerta hacia el patio. Sus vecinas jugaban a la cuerda, otras al elástico y un grupo de niños al fútbol. 

Fue soltando cuerda y empezó a elevarse  hasta que poco a poco fue ascendiendo, haciéndose cada vez más pequeña. Iris la hacía danzar en el cielo con la ayuda del viento, un aliado con el que no siempre podía contar, por eso a veces cuando no la podía hacer volar lo hacía  en su pensamiento. Su vuelo dependía de ese hilo que la conectaba y que ella manejaba con mucha habilidad, orientándolo hacia un lado y hacia el otro,  la giraba, y corría detrás de ella. A veces saltaba queriendo ascender a su lado. 

Todos los días se levantaba y la saludaba, la tenía colgada en su habitación, era una proyección de ella misma volando en el firmamento cerca de los límites del cielo. El mejor regalo que le hizo su madre en el día de su octavo cumpleaños. 

Un día de vacaciones de verano salió a volarla después de desayunar, estaba segura de que esa mañana sería perfecta para surcar los cielos. Mientras iba soltando el hilo, sentía la emoción de emprender el vuelo, la soltó y empezó a mover sus brazos y a correr para que llegara lo más alto. En un segundo el hilo se fue deslizando en sus manos apretadas, y sin explicación la cometa empezó a alejarse. Iris  en ese instante no se dio cuenta de que la perdía y sintió que su cometa llegaba más lejos que nunca, iba a surcar las estrellas y de pronto desapareció. Se miró las manos una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. La había soltado sin darse cuenta, se le había escurrido entre los dedos¿ cómo podía ser si la tenía bien cogida en tre sus manos?. Impresionada e intentando seguir la sus ojos la perdieron en el infinito. Repaso una y otra vez lo que había hecho, lo que había pasado, sin explicación  desapareció. 

Fueron muchos los días que quiso mirar por la ventana para verla en el cielo, volando libre junto a los pájaros, cerca del sol, junto a las estrellas pero nunca más volvió. En sus sueños siempre aparecía su cometa avión volando, atravesando el horizonte. 

La cometa llegó para enseñarle el cielo, un inmenso cielo que Iris quería conocer. Hoy sigue soñando con su cometa en sus profundos sueños mientras por el día surca los cielos como piloto comercial.

martes, 27 de octubre de 2020

EL TANQUE


 La explosión destrozó la parte de arriba del tanque. Se escuchó el silencio, las voces intentaban atrapar sus oídos, pero parecían venir de otra dimensión. Su corazón estaba parado y la sangre se pegó a los lados de sus arterias y venas dejando de circular. Parecieron desaparer órganos importantes pero su piel permanecía sonrojada y caliente.  Soltó la mano de su madre, estaba perdido entre tantos cuerpos algunos corriendo y otros tirados por el suelo, huyó y se metió debajo del tanque reventado, se hizo un ovillo temblando, en shock, paralizado.

Escuchó los gritos de su madre y el llanto de sus hermanos,  pero no alcanzaba a verlos. Seguía temblando cuando pareció oír la nana de su abuela Jasmina, tan dulce y melódiosa, esa canción,  le aisló de todo. Entonces se durmió como si estuviera en la mejor cama del mundo. Su respiración era profunda ajena a todo lo que le rodeaba, plácida y suave. Un perro se acercó y lamió su  cara pero siguió dormido nada parecía molestarle. Ni los gritos, ni las ambulancias, ni la policía, ni los llantos medulares, ni la sangre vertida generosamente sobre el suelo.

Una mosca recorría su cara y al parar en su ojo derecho, la espantó con su pequeña mano, de manera instintiva. Abrió los ojos y empezó a ver pies descalzos, botas militares. Un chorro de agua limpiaba la calle. 

¡Amin, Amin.....Amín! No distinguía quien a gritos desesperados le llamaba, hasta que vio las babuchas blancas de su abuelo Akram. Salió a gatas y se abrazó a sus pies, su abuelo lloró y lo apretó en sus brazos queriendo fundirse con él,  para no separarse jamás, solo se tenían el uno al otro.

Solo otra bomba los podría distanciar. Corrieron tanto que no volvieron a escuchar su viento, su cielo, su paisaje y aunque encontraron un nuevo viento, un nuevo cielo y un nuevo paisaje nunca perderían la vida que les quitaron, ya estaba en su sangre, tatuado en sus almas valientes.


martes, 20 de octubre de 2020

El VIENTO SUR

 El Ruido del viento perturba y enajena

Tiemblan los cristales, los pájaros se dan contra las ventanas, creyendo escapar, caen inconscientes en la trampa de lo inesperado.

Escondidos y refugiados padecemos el rumiar imparable del aire en movimiento.

Buscamos escondite, pero nuestros oídos no se esconden, a pesar de cerrar los ojos. Temblamos observando como se acerca cada vez más. 

Igual que los peces buscan el fondo del mar, me introduzco en el mundo interior que me protege y teje mi abrigo, ese que me da comprensión y mece mi aliento sin viento, y respiro, mirando sin ver, veo un paisaje de paz, de calma, de sosiego, de silenciosos aplausos que hacen sonreír mi alma, esa que el viento intenta azotar sin cara, pero desde dentro veo su rostro de furia inusitada. 

Intenta paralizar con sus destrozos, arruinando, grabando su huella cuando se marcha, dejando el silencio del agotamiento, de la extenuación. 

Aquí dentro en la cueva de la introspección, embriagada por el aroma del jazmín que atrapa y endulza, que agota la gota que cae de la comisura de unos labios que se cierran a las palabras.