las personas que he visto muertas, tenían un gesto apacible, mi padre que murió de cancer estaba guapísimo cuando lo vi muerto, nunca lo había visto menos tenso, con la piel tan tersa, como abandonándose a la ceremonia de la muerte, ese gesto no es el resultado del engaño, de la insatisfacción, de la inquietud, tiene que ser claramente una entrega a algo que reciben con felicidad, el gesto de la bienvenida, de se acabaron las prisas, las inseguridades, las facturas, las mentiras, las calamidades humanas, la esclavitud, el sentimiento de culpa, es verdad que nadie se quiere morir, pero es verdad, que cuando vamos de viaje, programamos a tope donde vamos y la muerte aunque sea por una enfermedad, viene cuando quiere, cuando tu cuerpo se deja vencer por la lucha, lo que está claro es que la gente que se muere descansa y celebra una nueva dimensión de la que no somos cómplices, pero que científicos no creyentes han demostrado que hay algo maravilloso en ese despedirse de aquí, y en el recibimiento del otro lado, personas que te han querido que te acompañan de la mano, te sonríen con franqueza, y te llevan como guías a esa nueva dimensión. tanta gente buena se ha ido, gente tan divertida, tan eficiente, tan trabajadora, tan sensibles, que no me cabe ninguna duda que estando esa gente, mantendrán esa ignorada dimensión de la mejor manera, para que cuándo nos vayamos nosotros esté en el máximo apogeo, por que serán ellos los que nos reciban apretándonos las manos.
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