lunes, 27 de marzo de 2017

LOS ÚLTIMOS COLETAZOS.



La película de John Travolta ,fiebre del sábado noche, no está pasada de moda, aquí en Torrelavega en el barrio de Tanos, se celebraban fiestas de esa índole los viernes y los sábados. Un sitio que por el día cuando pasas por sus alrededores huele a carne de barbacoa, cochinillo, cordero y  chuletón.
Por la noche, sus olores cambian a aromas naturales de establo y vacas, y a perfumes de falsos olores, ellas llevan pachuli, eau de lancome, lavanda, ángel, chanel nº 5, y ellos mucho Paco Rabanne.
Ramón tiene una finca en Cabuérniga, tiene 300 vacas. Cuándo llega el sábado sobre las ocho termina de hacer los animales, y cambia el buzo por un vaquero blanco sin calzoncillo, camisa de cuadros, cinturón de cuero, con una gran hebilla de cabeza de toro cuernos inclusive, lo llevaba bien apretado ya que al subirse el pantalón dejaba a la vista otro de los rincones de su cuerpo de los que podía presumir.  los zapatos de la boda de su hijo, chaqueta de piel de borrego, mucho perfume que no oculta el olor a establo, ni el sudor macerado de sus axilas, y mucha gomina en su pelo, me refiero al de la cabeza, por que El pertenece a la cultura del hombre de pelo en el pecho, y no del rape, no entiende como ahora los chavales van con el cuerpo desnudo de pelo. En él es una señal de identidad, dejando asomar la pelambrera entre los cuellos de la camisa. Es de lo que más orgulloso se siente, de su mata de pelo,  y de su enorme bigote entre canoso y amarillento por el humo de los cigarrillos que se fuma ,tiene origen pasiego, de ahí su rubio vikingo ,a sus 77 años tiene muchas  razónes para mantener su sexappeal y  que eso se haga notar, cada vez que va a Tanos vuelva con un buen revolcón.
Mide 2 metros de alto y 2 metros de ancho, una envergadura que le ha salvado de muchas en eso del manejo de sus animales, una fuerza bruta que solo tienen los hombres de campo, curtidos por el sol y el viento, acostumbrado a andar por barrizales, y tierras movedizas.
Ha dejado un chuletón en la cocina de 2 kilos y unos pimientos preparados para la vuelta, sabe que lo va a dar todo y que en su retorno tendrá hambre, y dormirá poco, ya que por la mañana tendrá que hacer la ronda por los establos.
Coge su cuatro por cuatro con tracción a las cuatro ruedas, un mitsubishi montero que compró antes de que muriera su esposa, el sillón de copiloto desde entonces ha sido ocupado por muchas señoras que a pesar de su edad, guardan en sus bolsos y en su mirada un gran arsenal de seducción. Y que hoy espera encontrar alguna en el local de Tanos.
En su bolsillo y sin cartera un buen fajo de billetes, que sacará para pagar la primera copa, eso es un buen reclamo, además lleva en sus dedos los dos últimos sellos de oro que se compró a la salida de la feria de ganado cuándo vendió a su vaca Belinda y a un ternero llamado cornudo, a este último le costó mucho venderlo por el dichoso nombre que le puso en honor a su vecino Pedro que le acusó de acostarse con su mujer,que era verdad y que luego se acostó con su mejor amigo.  También llevaba en el bolsillo un spray para la halitosis,  de esos que huelen a eucalipto y a regalí, para despistar sobre su eterno olor a tabaco.
Llegó al local, hacia bueno, y hoy parecia muy animado, las señoras iban muy escotadas, casi todas enseñaban el canalillo, aunque este quedaba un poco camuflado por las arrugas del escote, las faldas muy cortas a pesar de la edad, una media de 70 años y con botas a lo pretty woman. Mujeres guerreras en el amor, incansables, enérgicas, con ganas de retozarse, y bailar con mucho roce para avivar el fuego que no ha apagado los años.
Se le acercó una rubia llena de tirabuzones, bueno tenía un total de tres, los ojos eran verdes, aunque el exceso de raya distraía su color, una nariz incipiente y unos labios superiores que eran como los picos del Mulhacén, definidos claramente por un lápiz de labios.  Las manos arrugadas con uñas de cerámica interminables. llevaba un vestido floral, con una chaqueta negra de tachuelas, medias pantys y taconazo. Su silueta no parecía la de una señora de la tercera edad por su delgadez, guardaba coherencia con el refran de la que tuvo retuvo.
Apenas intercambiaron dos palabras, y al baile. Ramón acercaba su cintura pélvica al  cuerpo de ella, y ella notaba antes que nada el duro fajo de billetes.
Copas y más baile. Sobre las dos de la mañana pasaron a los besos y el intercambio de fluidos salivales. Las ganas de más hicieron que Ramon le sugiriera ir a un prao a un magreo rápido, y allí acabaron. lo que no contaban era tumbarse en una gran mierda de vaca. Así que la despedida fue un poco pringosa, pero a Ramón no le importó mucho, estaba acostumbrado a moverse en ese tipo de suelos. Aunque tenga muchos años siempre se aprende algo nuevo, el próximo día meterá una esterilla. Pero ese no será un impedimento para seguir frecuentando el local y disfrutar de la noche como si tuviera 18 años. ¡Hasta que el cuerpo aguante!.


No hay comentarios:

Publicar un comentario