domingo, 5 de marzo de 2017

EL CAMINO DE LA ESPERANZA


Hace días que no sé en qué fecha vivo, sé que ha llegado la primavera porque tengo alergia, y llevo miles de pañuelos por que se me cae la típica agüilla, tan molesta, y tengo la nariz roja de tanto pasarme el pañuelo.
Hace dos temporadas que no sé si llevo ropa de invierno o de verano, y tampoco sé nada de mis alumnos, aquellos que dejé por atender a mi hijo en el hospital.
Mis otros hijos están al cuidado de su abuela paterna y de Elena, la señora que me ayuda a recogerles cuando trabajo y tengo reuniones.
Me levanto y me acuesto en el hospital, de la mano de mi niño, a veces cuándo le miro y le sonrío se me hace un nudo en la garganta, pero no dejo de mirarle fijamente para que vea en mí, confianza, seguridad de que se va a poner bien, porque no quiero pensar lo contrario.
No soy consciente de cuándo me ducho ni de cuándo como, tampoco de cuándo me llaman por teléfono, solo cuándo hablo con los médicos, pero el cansancio no me deja atender mucho tiempo, todas mis fuerzas las guardo para mirar a mi pequeño y transmitirle toda la fuerza que necesita.
Y así un día tras otro, uno tras otro.
Hoy, me fui a ducharme a casa y Elena se quedó con él, mientras mi madre estaba con el resto de los niños. Cuando llegué, estaba dormido, parecía que le costaba respirar, Elena me miró triste, y yo le cogí la mano, fuerte. La tenía templada, entonces le cogí las dos intentando subirle la temperatura. Pero cada vez estaban más frías, le miraba fijamente mientras le daba besos por todos lados, seguía con los ojos cerrados, le acariciaba la cara mientras le susurraba todo lo que le quería. Sus manos, se enfriaron.
Elena salió de la habitación y llegó el médico y las enfermeras. Sabía que mi niño se había ido, lo sabía, y me quité el abrigo y los zapatos, no sé cómo llegué al coche, no sé cómo llegué a la playa, me senté y empecé a llorar, mientras mis pies se mojaban con el agua de la orilla, cerré los ojos y vi a mi padre, que me cogía de la mano, a mi hijo que se acababa de ir que me cogió de la otra, apareció mi madre, y no lo entendí, ella no se había ido, pero noté como me abrazaban, y me decían que estaban bien, muy bien,
Me dijeron que tenía que volver, que tenía que vivir, que tenía que disfrutar de la vida, que ellos me esperaban y que vendrían a mi encuentro, cuándo realmente sea el momento. Me sentí feliz de verles juntos, de verles con tanto amor y tanta tranquilidad.
Mi hijo me dijo que siempre estaría agarrado de mi mano, y así lo siento, siempre llevo la mano derecha cerrada por que siento el calor de la suya.
Salí del agua, me metí en el coche y llegué a casa, allí estaban mis niños, esos a los que no disfrutaba hacía más de dos años, me abracé a ellos.
 Me enteré que mi madre falleció 10 minutos antes que mi hijo, por eso estaba allí con él.
Se había ido para recibirle, para cuidarle, para dejarme volver sin tener la ansía que tenía de irme.

Y así fue, ahora, cuando llegue mi momento, sé que estarán allí esperándome, para recibirme con la fuerza de los abrazos y los besos, esos que no se materializan, pero los sientes eternos.






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