martes, 14 de marzo de 2017

LA PROFESORA DE PILATES.


Eran las 7,00 llegó a su casa de dar sus clases de pilates, y se duchó, fue a recoger sus zapatillas y un dolor intenso le recorrió la espalda desde la zona lumbar, no podía incorporarse. Llamó a sus hijos que vivían con ella, y ellos llamaron a una ambulancia. Sus hijos se marcharon con su padre, y ella se quedó sola en el hospital, tumbada en la habitación con el gotero puesto. 
Su familia estaba lejos y por distintas causas no podían ir a verla. Una soledad inmensa que da la enfermedad sin apoyo y con mucho dolor. Nadie que te mire con amor o te coja la mano para aliviarte, con el tacto, con la mirada, con las palabras, con la presencia. El dolor era fuerte, pero esa habitación lo acentuaba, se quedaba mirando al techo de la habitación y sus pensamientos pasaban como una película, donde no se sabía muy bien la trama. ¿cuánto tiempo estaría en el hospital?,  ¿que sería lo que realmente alimentaba tanto dolor?.
Su vida no había sido fácil, y había luchado mucho para mantenerse de pie, después de tanta bofetada, de tanto empujón, de tanto insulto, de tanto menosprecio. Su lucha había sido tan inmensa que pensaba que igual se había roto.
Años atrás sufrió malos tratos, el desconocido por el que dejó su tierra, su familia, su trabajo y una buena remuneración, la quería muerta, fusilada. La degradó y dejó como un mueble viejo al que a su paso siempre daba patadas. Ella, después de un juicio de divorcio, consiguió la custodia de sus hijos, y tras una lucha por un trabajo, y estudiar por la noche para ampliar sus horizontes profesionales, ya que era universitaria, consiguió introducirse en el mundo laboral del deporte como profesora de pilates y otras disciplinas, y así conseguía dar un poco de calidad a su vida, una lucha física, y psicológica muy dura, por que recomponerse no es fácil, y resulta muy caro. Cuándo se destruye algo entero, la reconstrucción hará que ese algo no sea el mismo, será totalmente diferente, menos inocente, y con mayor capacidad de defensión. No soportaba ningún ápice de maltrato.
Y ahora, allí estaba, tumbada, sóla en esa habitación, no se podía mover. No le daba miedo compadecerse de si misma, sabía que esa situación la iba a hacer, aún más fuerte.
Tocó el timbre de las enfermeras, y suplicó que le pusieran un nolotil o algo parecido para el dolor, la enfermera le dijo que tendría que esperar, no había pasado el tiempo necesario desde el último, y se marchó. 
De pronto, agotada mientras se quedaba dormida, escucho el zumbido amenazante de un mosquito, volvió a tocar el timbre, y la enfermera volvió, ella le dijo:
- Hay un mosquito en la habitación, y no puedo dormir, ¿podéis matarlo?.
La enfermera le dijo:
- voy a dejar la luz del pasillo encendida y la puerta abierta para que salga y dentro de un rato, te la cierro..
- Muchas gracias, respondió ella.
Al cabo de un minuto, se le encendió la televisión, era un ruido insoportable y ella no había adquirido la tarjeta, había sido como de modo repentino, muy extraño. Y llamó a la enfermera:
- Por favor me puede apagar la televisión, se ha encendido sola y yo no me puedo mover. 
La enfermera se acercó a su oreja, y le dijo:
- Es usted una enferma horrible, una pesada, y no hay quien le aguante, ojalá le den el alta mañana y se vaya a su casa, y remató con ...es usted una pesada. No vuelva a llamar.
Le apagó la televisión y a la salida de la habitación dió un portazo.
Ella, con todo su dolor y los ojos como platos, pegó el dedo al timbre, y empezó a gritar:
- Es diabólica, es mala, es lo peor, me estoy muriendo de dolor y me llama pesada, y volvía a gritar, es una loca, ¿cómo me puede tratar así?, inhumana, mala bestia, mala gente, que te echen y le den el puesto a alguien que se lo merezca, ¡loca!,¡loca!, está mal follada, es una amargada, y se iba creciendo....
Llegaron todo el regimiento de las enfermeras, y le pusieron un tranquilizante, y le prometieron que no volvería por la habitación. 
A los dos días y con todas las recetas de medicamentos por hernia discal, se marchó para casa, y llamó a una de sus alumnas para que la acercara al local donde daba la clase de pilates. Cuándo se iban acercando, no se lo podía creer, allí estaba en la puerta la enfermera. Al entrar ella con su alumna, la enfermera preguntó:
- ¿Quién es la profesora?.
Ella se giró, y le dijo:
- soy yo.
la enfermera le dijo: vengo a ver si me gusta la clase de pilates.
Y ella le respondió, mirándola fijamente: 
- ni se te ocurra meter medio pié más en mi local, busca a una profesora de pilates que tenga la misma mala leche que tú, alguien amargado, malo y falto de humanidad, 
La enfermera se marchó, diciendo: 
- ¡Que pequeño es el mundo!, ya decía mi padre, hay que tener amigos hasta en el infierno, a lo hecho pecho o a cada cerdo le llega su San Martín.


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