Ya se dice que la realidad supera la ficción. En los últimos 15 años 885 mujeres han muerto a manos de su bestia, esa que no ha contemplado la vida tan bonita que podía haber vivido si no le hubiera conocido, esa vida que le ha arrebatado a sus hijos, por que una madre que deja huérfanos a sus hijos, los deja sin el abrazo más querido, sin el calor más amado, sin la esperanza de compartir con su madre los momentos fáciles y difíciles que al lado de su progenitora, el dolor se hace más liviano, y el consuelo es más grande. Tras las batallas sentimentales de una vida, una madre será su mayor apoyo, aunque esté lejos, es una amor incondicional. Y nunca más podrá contar con él, ¿cómo se pueden indemnizar a esas criaturas?.
Las bestias andan sueltas, y muchas no matan sólo amenazan y pegan fuerte en las emociones, clavan astillas en la autoestima, dan cuchillazos a la esperanza, queman la nostalgia de los recuerdos, aprietan el puño para hacer temblar tu alrededor.
Las bestias nunca se convierten en un príncipe, por que la maldición la tienen en su alma, en su ego, en su mente enferma, son incapaces de amar, y si de odiar. Y este odio les lleva al eslogan tan temido: Ni conmigo, ni sin ti.
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