miércoles, 15 de marzo de 2017

LA BORRACHERA NUPCIAL



Llegó el día, era un 7 de diciembre del 2005, hacía un día precioso. Tres días antes llegué a Alicante en coche desde Santander, mi familia venía de Ceuta, decidimos celebrar la boda en un término medio, para que los que venían de Cantabria no hicieran demasiados kilómetros.
Mi familia se quedaba en un apartamento en la playa de San Juan, yo también me quedaba allí.
Era un apartamento de verano de tres habitaciones, así que tampoco era muy cómodo con tanta gente por alrededor, además mi madre se llevó los cinco perros, todos yorkshire terrier, muy chillones y ladradores.
En mi familia no eran pro-bodas y no estaban muy por la labor de ayudar, así que sola fui por el vestido, cuando llegué a casa lo colgué en el cuarto donde dormían mis padres, uno de los perros se meó en toda la cola del vestido, creí morirme, porque lo metí bajo el grifo y no sé quitaba, en fin esto era el principio de una serie de indirectas de la vida, que debería haber pillado para no casarme.
Tenía contratado el maquillador que venía a casa y al peluquero, este último nos llamó para decir que su padre estaba hospitalizado y que no vendría, y eso fue el mismo día de la boda, mi madre me cogió de la mano a las 11 de la mañana y me llevo a una peluquería cutre de la playa, les explique que quería un moño estilo Titanic, la peluquera me peinó con un cigarro en la mano y una cerveza, y para engordar el moño, pidió un pañuelo a una de sus clientas y me lo metió dentro del moño, me cobró lo equivalente a 6 euros, es decir mil de las antiguas pesetas.
El fotógrafo nos lo proporciono un folleto publicitario que cogimos del coche cuando aparcamos en la rambla, le llamamos y allí apareció, nos hizo las fotos más horteras del mundo, creo que después de mirar las fotos la primera vez no las he vuelto a ver, me da vergüenza, además no sé cómo enfocaba, pero salimos con cabezas desproporcionadas, y además en el momento del convite nos exigió quedarse a cenar, y por no tenerla aceptamos.
Llegó el momento, ya vestida para montarme en  el coche nupcial, un mercedes que compró mi padre en Alemania hacía más de 12 años, deportivo y muy bonito, pero muy incómodo, lo conducía mi hermano el mayor. Mi padre estaba feliz y le pregunté al entrar en el coche que porqué lo estaba, me dijo:
-¿cómo voy a estar?
Me he bebido cuatro whiskies, y se le notaba le costaba vocalizar. En fin llegamos a la iglesia, allí no había nadie, estaba todo el mundo dentro del santo centro, cogí a mi padre del brazo, bueno más bien le agarré y aunque el pasillo era en línea recta, tenía la sensación de ir por un camino lleno de curvas, mi padre se iba para los lados.
Al vestido le pusimos en la cola una doblez para que no se viera el meado del perro, pero ya fue mi suegra me quitó el alfiler del vestido para que se viera bien.
Llegamos al altar, y nada más empezar a hablar el cura, mi padre que parecía el paso del cristo de Medinaceli paseado por un regimiento de costaleros, iba de derecha a izquierda. Se metió la mano dentro de la chaqueta y mis ojos no podían creer lo que estaba pasando, se encendió un cigarrillo. Le dije:
-         Papá, no se puede fumar, tira eso.
Y así lo hizo, lo tiró para atrás y fue a parar a la cola del vestido de novias, que empezó a arder, los invitados cogieron Los calderos de agua bendita y consiguieron apagar las llamas.
Después del susto, el cura decidió seguir la ceremonia, con el gesto cabreado,sin quitarle ojo al padrino.
Por fin llegó el momento del final de la boda, le dí el relevo a mi madre para que cogiera del brazo a mi padre y lo sacara fuera.
Fuimos a cenar al Real Club de Regatas, allí estaba contratado un discjockey, que nos puso a todos a bailar como en un musical, en formación del ejército.
Mi padre se marchó a las tres de la mañana con el mercedes y se llevó un cacho de la puerta de salida del parking del club, el año pasado seguía las huellas de la pintura del coche, ha estado allí más de 15 años, llegó al apartamento pero siempre fue una incógnita, nunca supo ni como, ni cuando, ni nada.
Si mi padre levantara la cabeza me diría:

-        - Lo mío fue un rato, a ti  hija la borrachera te ha durado más de 13 años, y ahora no sabes ni como, ni cuando, ni nada. 



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