Llegó el día, era un 7 de diciembre del 2005, hacía un día
precioso. Tres días antes llegué a Alicante en coche desde Santander, mi
familia venía de Ceuta, decidimos celebrar la boda en un término medio, para
que los que venían de Cantabria no hicieran demasiados kilómetros.
Mi familia se quedaba en un apartamento en la playa de San
Juan, yo también me quedaba allí.
Era un apartamento de verano de tres habitaciones, así que
tampoco era muy cómodo con tanta gente por alrededor, además mi madre se llevó los
cinco perros, todos yorkshire terrier, muy chillones y ladradores.
En mi familia no eran pro-bodas y no estaban muy por la labor
de ayudar, así que sola fui por el vestido, cuando llegué a casa lo colgué en
el cuarto donde dormían mis padres, uno de los perros se meó en toda la cola
del vestido, creí morirme, porque lo metí bajo el grifo y no sé quitaba, en fin
esto era el principio de una serie de indirectas de la vida, que debería haber
pillado para no casarme.
Tenía contratado el maquillador que venía a casa y al
peluquero, este último nos llamó para decir que su padre estaba hospitalizado y
que no vendría, y eso fue el mismo día de la boda, mi madre me cogió de la mano
a las 11 de la mañana y me llevo a una peluquería cutre de la playa, les explique
que quería un moño estilo Titanic, la peluquera me peinó con un cigarro en la
mano y una cerveza, y para engordar el moño, pidió un pañuelo a una de sus
clientas y me lo metió dentro del moño, me cobró lo equivalente a 6 euros, es
decir mil de las antiguas pesetas.
El fotógrafo nos lo proporciono un folleto publicitario que
cogimos del coche cuando aparcamos en la rambla, le llamamos y allí apareció,
nos hizo las fotos más horteras del mundo, creo que después de mirar las fotos
la primera vez no las he vuelto a ver, me da vergüenza, además no sé cómo enfocaba,
pero salimos con cabezas desproporcionadas, y además en el momento del convite nos
exigió quedarse a cenar, y por no tenerla aceptamos.
Llegó el momento, ya vestida para montarme en el coche nupcial, un mercedes que compró mi
padre en Alemania hacía más de 12 años, deportivo y muy bonito, pero muy
incómodo, lo conducía mi hermano el mayor. Mi padre estaba feliz y le pregunté
al entrar en el coche que porqué lo estaba, me dijo:
-¿cómo voy a estar?
Me he bebido cuatro whiskies, y se le notaba le costaba vocalizar.
En fin llegamos a la iglesia, allí no había nadie, estaba todo el mundo dentro
del santo centro, cogí a mi padre del brazo, bueno más bien le agarré y aunque
el pasillo era en línea recta, tenía la sensación de ir por un camino lleno de
curvas, mi padre se iba para los lados.
Al vestido le pusimos en la cola una doblez para que no se
viera el meado del perro, pero ya fue mi suegra me quitó el alfiler del vestido
para que se viera bien.
Llegamos al altar, y nada más empezar a hablar el cura, mi
padre que parecía el paso del cristo de Medinaceli paseado por un regimiento de
costaleros, iba de derecha a izquierda. Se metió la mano dentro de la chaqueta
y mis ojos no podían creer lo que estaba pasando, se encendió un cigarrillo. Le
dije:
-
Papá,
no se puede fumar, tira eso.
Y así lo hizo, lo tiró para atrás y fue
a parar a la cola del vestido de novias, que empezó a arder, los invitados
cogieron Los calderos de agua bendita y consiguieron apagar las llamas.
Después del susto, el cura decidió
seguir la ceremonia, con el gesto cabreado,sin quitarle ojo al padrino.
Por fin llegó el momento del final de
la boda, le dí el relevo a mi madre para que cogiera del brazo a mi padre y lo
sacara fuera.
Fuimos a cenar al Real Club de
Regatas, allí estaba contratado un discjockey, que nos puso a todos a bailar
como en un musical, en formación del ejército.
Mi padre se marchó a las tres de la
mañana con el mercedes y se llevó un cacho de la puerta de salida del parking
del club, el año pasado seguía las huellas de la pintura del coche, ha estado
allí más de 15 años, llegó al apartamento pero siempre fue una incógnita, nunca
supo ni como, ni cuando, ni nada.
Si mi padre levantara la cabeza me
diría:
- - Lo
mío fue un rato, a ti hija la borrachera te ha durado más de 13 años, y ahora no
sabes ni como, ni cuando, ni nada.
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