jueves, 23 de marzo de 2017

EL CUENTO DE LAS PIEZAS DEL PUZLE



Había una vez una pieza de puzle cuadrada, con una nariz prominente que vivía en el país de las piezas perdidas. Era un sitio donde enviaban a las piezas de puzles que no encontraban pareja ni con quien unirse, a los calcetines que se quedaban viudos en los centrifugados de la lavadora. Esto ocurría porque la lavadora era como un triángulo de las Bermudas, muchas veces salía solo uno, y su pareja pasaba a una lista de desaparecidos, cuyo rescate en la mayor parte de los casos no se consolidaba. También se enviaban guantes desparejados, pendientes y otros desafortunados perdidos.
La pieza de puzle vivía tranquila con sus semejantes, tenía un amigo calcetín con un  tomate, que estaba en lista de espera para un zurcido y su amigo el guante de mutón, que tenía un estilo bárbaro.
Un día por el parque de los perdidos patinando, apareció una pieza de puzle sorprendida, de nariz pequeña y boca abierta. Se tropezó con la pieza de puzle cuadrada de nariz enorme, y se quedaron perfectamente unidas, entre ellas no corría el aire, ni falta que hacía.
Ya no había sitio para ellos en el país de las piezas perdidas, avisaron a las autoridades y les hicieron un pasaporte para viajar a el país de las piezas emparejadas, de donde habían venido sin esperanza de volver, pero la casualidad les sorpredió. 
Hicieron las maletas, llegaron al aeropuerto, donde les despidieron Calcetín con tomate en lista de espera para un zurcido y guante de mutón con estilo bárbaro, todos lloraron por la emoción de la despedida, pero las piezas del puzle se marchaban contentas, por que estaban perfectamente unidas, y juntas vieron todos los amaneceres y anocheceres de sus vidas y entre ellos nunca corrió el aire, porque se ventilaban mutuamente.



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