Tenía mucha prisa, se había levantado a las 6,30 de la mañana, para sacar una hora e ir a correr a las siete cuándo Sara la señora que iba a casa una hora por la mañana llegaba, para volverse a marcharse a las 7,00 ya que cuidaba a una viejita hasta la una, y luego salía del trabajo para recoger a los niños, hasta que ella llegaba de la oficina.
Cuándo llegó de su running diario, se duchaba a toda velocidad, despertaba a sus hijos, los vestía, les daba el desayuno y los distribuía por los diferentes colegios, desde infantil hasta cuarto de educación secundaria.
En el coche se iba comiendo un par de galletas, con la esperanza de llegar al trabajo 10 minutos antes y poder meterse un café en vena, de estos que no se beben ,se mastica, necesitaba espabilar, la jornada laboral y de niños se presentaba muy dura, y las fuerzas ya estaban mermadas, puesto que era jueves, finales de semana y eso se nota muchísimo.
Salió a las 2,30 del trabajo corriendo para coger el coche y llegar a casa, la señora que les recogía a los niños tenía prisa y cita médica a las 3,00. Cuándo llegó el mayor tenía que ir a bilingue a las 4,00, el mediano cumpleaños en un pueblo a 15 kilómetros, a la tercera había que llevarla al cole a las 3,00 y salía a las 5,00, al del cumpleaños había que ponerle una vacuna de la alergia a las 7,00 y la pequeña tenía cita con el pediatra a las 6,30. pero había que dejar espacio pues la tercera por edad tenía que preparar un examen de ciencias sobre la reproducción. La única posibilidad era prepararlo en el coche entre idas y venidas.
la comida fué una copa de vino, y dos cachos de jamón que cogió con la mano mientras metía la llave en el coche para empezar el maremagnun de la tarde llevando al colegio a su hija a las tres.
Se había dejado el móvil en el trabajo, justo hoy y se le iba a dar un espasmo, lo necesitaba más que nunca, así que cuando creyó a las 7,30 que la gymkhana había finalizado, la de tres años le dice que tenía un cumple, y allí marcharon corriendo disculpándose por llegar tarde, y haberse dejado el móvil, ¡que tragedia!.
A toda prisa volvía por la calle, cuando paso por Zara, se quedó clavada, ya no había prisa ninguna, sus ojos se quedaron obnubilados ¡Que bonito vestido!, entró y se lo compró, solo hacía falta tener un rato para probárselo y si no le queda bien devolverlo. Era de lo más absurdo tanta prisa para frenar en esa tienda y perder minutos parada mirándolo, pero esa era una verdad, una realidad. Una forma de evadirte, pensando que todavía y bajo ese ritmo loco, hay una preciosa princesa luchadora.
llegó a casa y empezó con los baños y duchas, luego la cena y cuando ya había recogido todo, se dio cuenta que no había preparado la comida de mañana y que tenía por la mañana que recoger a una compañera que no tenía coche y ella sin móvil.
Se tumbó en el sofá, ya eran las 12,30 todos acostados, intentó mirar la tele, pero veía borroso, la naturaleza le pedía amodorrarse, no sabía si arrastrarse hasta la cama como una babosa o poner la reserva y llegar al baño, para cepillarse los dientes, hacerse el tratamiento del ojo seco, desmaquillarse, y ponerse tónico y todas las cremas anti arrugas, Por fin llegó a la cama y se desplomó vestida, no se puso el pijama.
Sonó el despertador, parecía que había pasado solo cinco minutos, y la realidad es que habían pasado las 6 horas de rigor y toque de queda, con los ojos pegados, se levantan, se chocan por el pasillo y en las duchas gritan: ¡sale fría!, el calor solo da para uno y si se coincide toca pasar frío. Empieza otro día de locos, pero ¡que leches!, sarna con gusto no pica.
Sonó el despertador, parecía que había pasado solo cinco minutos, y la realidad es que habían pasado las 6 horas de rigor y toque de queda, con los ojos pegados, se levantan, se chocan por el pasillo y en las duchas gritan: ¡sale fría!, el calor solo da para uno y si se coincide toca pasar frío. Empieza otro día de locos, pero ¡que leches!, sarna con gusto no pica.
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