miércoles, 10 de julio de 2019

DOS ESTRELLAS.

Todas las noches me tumbo con la cabeza cerca de la ventana. Desde hace unos días me he dado cuenta que en el firmamento veo dos hermosas estrellas juntas en lo alto de mi cielo, ese que recortan mis ojos cuando miro hacia arriba. Son muy brillantes, parecen querer extender sus brazos para alcanzarme. emiten unas luces y brillos intermitentes que intuyo dicen algo en algún lenguaje oculto y desconocido para mi, pero me dan mucha serenidad y mirándolas me relajo, empiezo a respirar más despacio, a dejar de pensar en lo que me atormenta. Noto su calor como si estuviera delante de una chimenea, un calor suave que va introduciéndose en cada uno de los rincones de mi cuerpo, sintiéndome abrigada. Mirándolas el tiempo se detiene, no hay prisa para nada, todo transcurre sin más. Mi cuerpo se vuelve más pesado, notando como cada una de las partes que lo componen se hunden en el suelo, en la alfombra, parezco que lo abandono y me dejo mecer por las nubes, flotando en un cielo que cada vez me acerca más a ellas. Me susurran notas de calma, mientras los párpados empiezan a pesar cada vez más hasta que me introducen en un sueño profundo del que no quiero despertar. 
A la mañana siguiente las intuyo, sé que están ahí, que me miran, que me esperan. La luz del sol no las deja salir. A veces son las nubes las que las cubren como para protegerlas, pero llega la noche y resplandecen ahí en su sitio, siempre ahí, puntuales a mi cita de todas las noches, de todos los días.
Llegará un día que sé que estaré con ellas, seremos tres  formando un conjunto de bellas estrellas que cobijan, que mecen, que hacen brillar, que se comprometen a no abandonarte jamás y a guardarte un sitio cerca de ellas. 

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