sábado, 13 de julio de 2019

LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS

Cuándo era niña, busqué palabras para que definieran lo que en mí había o estaba ocurriendo abusos, maltrato, violencia, infortunios de la vida. Sin encontrar respuesta. No tenía palabras que poner, que colocar. No sabía las respuestas, los porqués. La solución era hacerme mayor para poder buscar y darle solución al sufrimiento, a el porqué en mi valle había una enorme montaña que no podía subir, que no me dejaba ver el sol, ni las estrellas, que me quitaba la luz y me hacía vivir en una constante sombra. Un sufrimiento que se recogía y refugiaba en el estómago, ese que te retuerce los intestinos sin saber porqué. 
El juego se convirtió en una búsqueda de palabras sin recursos, solo la reflexión y un pensamiento inmaduro que siempre oscilaba con las mismas preguntas. ¿por qué?.
Solo había una respuesta al por qué, una solución a tanta cuestión sin resolver, crecer, crecer, crecer para salir de un cuerpo tan pequeño, del fondo de una piscina dónde no se hace pie. De un entorno que suma preguntas y no da respuestas.
La niñez se hizo eterna, larga. Solo quería ser mayor en mi afán de resolver.
Las consecuencias, una mente que no termina de encontrar la verdad, de comprender lo sucedido pero que tiene el poder de la sensibilidad, de recoger el dolor, de darle palabras a lo sentido.
Un superpoder que solo lo tienen los que han sufrido en la etapa mas vulnerable de la vida. La infancia.


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