domingo, 7 de julio de 2019

CARLOS

Ayer después de llamar a mi madre y preguntarle después de 45 años por un difícil episodio familiar que sucedió cuándo apenas tenía 6 años, del que siempre me sentí culpable. Lo escribí y lo dejé en el blog como borrador. 
Por la tarde recibí un libro de amazón llamado A un año de tu vuelo que narraba exactamente la misma historia con otro final y con una familia más numerosa que la mía. Me acosté a las cuatro de la mañana leyéndolo. Palabras capaces de dinamitar cualquier muro de contención, salidas de las vísceras y las entrañas de una madre. Palabras como espadas del medievo, pesadas con puntas afiladas. Una tras otra se me clavaron en el corazón.
Solo una madre que ha perdido a un hijo puede escribir con esa carga de dolor tan bestia. Palabras dolientes pero bellas al extremo de las que no pude despegarme hasta que finalicé el libro. Su autora Karen Bustamante (chilena).
Este fue uno de los episodios que marcó mi vida, pero del que solo guarda eco la memoria ya que por suerte y casualidad de un destino caprichoso, mi hermano está vivo aunque le quedaron pequeñas secuelas que no le han restado calidad de vida.

VERANO 1974. CEUTA
Nos despertamos los cinco en un día soleado. Mi padre cogió a mi hermano Francisco, el mayor, tenía 9 años. Se fue con el coche a comprar una rueda de churros. Todos nos peleábamos por las porras, que era el principio y el final de la rueda. 
Vivíamos en Loma Margarita, una zona de chalet a las afueras del centro de Ceuta, tirando para Benzu. En lo alto de la carretera había una especie de barriada donde vivían muchos árabes.
Mi madre hablaba por teléfono con su amiga Lunita, mientras hacía las camas y como siempre yo estaba a su vera. Siempre junto a ella, no me cansaba de mirarla, mi amor por ella siempre fue desmedido.
Se dio cuenta de que mi hermano el pequeño apenas 3 años se había ido y me mandó buscarle, yo tenía 6 años,  era muy obediente y más si me lo mandaba ella. Fui corriendo al jardín, miré por todos lados, hasta que mis ojos se quedaron fijamente mirando a la piscina. Estaba flotando boca abajo, como un muñeco sin moverse. 
Había intentado coger un balón de playa que se le había caído a la piscina. Esta tenía una verja que siempre cerraba mi madre por la noche pero que mi padre se dejó abierta, ya que se bañaba a las 12 o 1 de la madrugada. Empecé a gritar Mama!!!!, todo lo rápido que pude una y otra vez. Allí apareció mi madre con ese vestido de flores en tonos azules, cogido al cuello. Se quitó las chanclas a medida que se acercaba corriendo y se tiró a la piscina, lo cogió y lo sacó. Estaba morado, escuché como decía que se había hecho caca y pis. Los vecinos aparecieron como de la nada y le tendían los brazos pidiéndole al niño, diciéndoles que estaba muerto. Lo estaba viviendo como una película a cámara lenta. Mi madre con el niño en sus brazos echó a correr a la carretera, pasó el coche de Mohamed uno de los árabes que vivían en el alto, paró y se metió en el coche con Carlos mi hermano ahogado y aparentemente muerto. En el coche, mi madre le hizo todo lo que sabía para que recuperase el aliento. Cuando llegaron al hospital, Carlos echó una bocanada de agua y lo metieron en urgencias. A mi madre también la ingresaron. El médico salió y dijo que el niño estaba en muerte aparente ya que revivió. De aquello le quedó una pequeña lesión cerebral, nada importante. Hoy es padre de dos preciosas niñas y es el mayor ocupa en la vida de mi madre, ya que divorciado vive con ella. A los ochenta años sigue manteniendo la alerta de tener un hijo en casa, que la obliga a desempeñar mil funciones a pesar de su edad.
Uno de los acontecimientos de nuestra vida familiar que nunca olvido y que recuerdo a cámara lenta, con todo lujo de detalles.
Quizás vio el camino de luz, nunca nos lo contó, era muy pequeño para acordarse,pero todavía sigue siendo un misterio su reanimación.
Mis padres nunca más volvieron hablar del tema, pero yo sé que fue uno de los desiertos que les separó emocionalmente. Además hubieron más acontecimientos duros que también les distanció. No tuvieron recursos para afrontarlos y aunque nunca se divorciaron y vivieron juntos físicamente, si lo hicieron en el resto de niveles, quizás no se perdonaron. Las culpas son muy corrosivas.


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