miércoles, 1 de abril de 2020

UNA MARAVILLOSA CARTA

Esta mañana después de meditar y desayunar, recibí un precioso regalo por parte de Wayne Dyer en su libro las zonas mágicas, os la dejó aquí escrita para que disfrutéis de ella como lo he hecho yo.

El jefe Seatle, de una tribu de pieles rojas, escribió una carta al gobernador de washington a principios del siglo pasado, en respuesta a la oferta de comprar sus tierras.

El presidente envía desde Washinton la noticia de que desea comprar nuestras tierras. Pero, ¿cómo se puede comprar o vender el cielo? ¿O la tierra? Es una idea extraña para nosotros. Si no somos propietarios de la frescura del aire ni del centelleo del agua, ¿ Cómo nos lo podéis comprar?.
Cada trozo de tierra es sagrado para mi pueblo. Cada aguja de pino reluciente, cada playa arenosa, cada niebla en los bosques oscuros, cada prado, cada insecto con su zumbido. Todos ellos son sagrados en el recuerdo y en la experiencia de mi pueblo.
Conocemos la savia que discurre por el árbol igual que conocemos la sangre que discurre a través de nuestras venas. Formamos parte de la tierra y ella forma parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas. El oso, el ciervo, la gran águila, éstos son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, la hierba del prado, el calor del cuerpo del pony y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.
El agua que brilla mientras se abre paso por las corrientes y los ríos no es tan sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que son sagradas. Cada uno de los fantasmales reflejos de las aguas claras de los lagos nos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos. Apagan nuestra sed. Llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Debéis, pues, tratar a los ríos con la bondad con que trataríais a mi hermano.
Si os vendemos nuestras tierras, recordad que el aire es para nosotros precioso, que el aire comparte su espíritu con todas las formas de vida que en él existen. El viento que dio a nuestro abuelo su primer aliento recibe también su último suspiro. El viento da también el espíritu de la vida a nuestros hijos. Por lo tanto, si os vendemos nuestras tierras debéis mantenerlas aparte y tratarlas como un lugar sagrado adonde el hombre pueda acudir a gustar el viento endulzado por las flores de los prados.
¿ Enseñaréis a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros? ¿Les enseñaréis que la tierra es nuestra madre?. Lo que acontece a la tierra acontece también a todos los hijos de la tierra.
Sabemos esto: que la tierra no pertenece al hombre sino éste a la tierra. Todas las cosas están entrelazadas, como la sangre que nos une a todos. El hombre nos tejió la trama de la vida, es simplemente un hilo en ella. Lo que el hombre le haga a esta trama de la vida se lo hace a sí mismo.
Sabemos una cosa: nuestro dios es también vuestro dios. la tierra es para él preciosa, y dañarla es tratar con gran desprecio a su creador. 
Vuestro destino es un misterio para nosotros. ¿ Que sucederá cuando todos los búfalos hayan sido muertos? ¿Y todos los caballos domados? ¿Que sucederá cuando los rincones secretos del bosque estén cargados del aroma de muchos hombres y la vista de las colinas maduras enturbiadas por los hilos parlantes? ¿Dónde estará el matorral? ¡Habrá desaparecido! ¿Dónde estará el águila? ¡ Habrá desaparecido! Y ¿ Que significará decir adiós al veloz pony y a la caza? El final de la vida y el comienzo de la supervivencia.
Cuando el último piel roja haya desaparecido junto con sus espacios naturales y su recuerdo sea tan solo una sombra de nube que se mueve por la pradera, ¿seguirán aquí estas costas y estos bosques? ¿ Que quedará del espíritu de mi pueblo?
Amamos esta tierra, como el recién nacido ama el latido de su madre. Por lo tanto, si os vendemos nuestras tierras amadlas como nosotros las hemos amado. Cuidadlas como nosotros las hemos cuidado. Guardad en el pensamiento el recuerdo de las tierras tal como la habéis recibido. Preservad la tierra para todos los niños y amadla como Dios nos ama a todos.
Del mismo modo que nosotros somos parte de la tierra, también vosotros. Esta Tierra, es para nosotros preciosa. También lo es para vosotros. Una cosa sabemos: solo hay un Dios. Ningún hombre, ya sea piel roja o blanco, puede estar separado del otro lado. Porque somos todos al fin y al cabo hermanos.

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