viernes, 10 de abril de 2020

NUNCA SOLOS.

Casi 16.000 historias de vida. No es una cifra, no son números, nunca lo fueron. Todas esas personas con nombres y apellidos, con miles de experiencias acumuladas, nos han dejado la huella de sus sonrisas, de sus lágrimas, de sus miradas. Todos esos espíritus heroicos que se han ido y que se siguen marchando de la experiencia corpórea siguen con nosotros, no se han ido solos, sabían que tenían una misión y aceptaron.
Cada una de ellas forman parte de una fuerza extraordinaria que se concentra en cada casa, en cada hogar. Sobrecogidos sintiéndoles en las camas y en los asilos, hemos pensado que podríamos ser cada uno de nosotros, con nuestros pensamientos les hemos cogido la mano, les hemos dado un abrazo, los hemos despedido. Todos somos uno. Ahora conectados más que nunca. También con sus familias y amigos.
Su marcha no nos ha dejado impasibles. Estamos deseando no solo abrir la puerta para salir, tenemos el corazón abierto para cambiar el mundo. Rendir el homenaje que se merecen. Cambiar el rumbo, para convertirlo en lo que anhelamos. Tenemos que enterrar el Ego que nos hace vivir como zombies. Viviendo aletargados en un ritmo estrepitoso que solo produce enfermedad, violencia, sentimientos de culpa, frustración, soledad..
La tierra tiene que ser como un bosque que coopere por el crecimiento de todos sus árboles y no solo el de algunos pocos, mientras el resto agoniza por la falta de riego y de energía solar. Donde el aire sea puro y no nos envenene en cada inhalación. Un mundo de personas que vivan con dignidad y no sometidas a la crueldad de la necesidad y la ceguera de los que no la sufren. Un mundo de respeto, pacífico y hermoso.
Hagamos una calle celestial en la que cada persona que se ha ido tenga un lugar y pueda brillar con su luz propia, con esa misma luz con la que vivió.
Nuestro cielo está hambriento de espacio, que no quede otra que unificarlo con la tierra.
Su marcha nos ha hecho parar de rumiar, desintoxicarnos, ser conscientes de lo ciego que estábamos, nos ha hecho enfrentarnos al miedo para embarcarnos en el barco de la esperanza y el amor.
No se fueron solos, todos se esperaron y se esperan, saben que son el motivo de este cambio espiritual, de esta conexión puente entre el cielo y la tierra.
No os podemos defraudar. Ahora cada vez que mires al cielo verás a Paco, Tomás, Enrique, Beatriz, Aurelia, German, Luciano, Carmen, Emilia, Lucia, Roberto, Carlos....
Estaréis allí brillando y dándonos fuerza para que no nos rindamos y consigamos la transformación. Habéis conseguido unir a un mundo que estaba desde hace mucho  tiempo desconectado espiritualmente.
Nunca partís solos, una parte de vosotros se queda aquí y una parte de nosotros se va  con vosotros.

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