jueves, 16 de abril de 2020

UN MENSAJE DE WHATSAPP Y UNA LEYENDA BUDISTA

Pasé un rato callada, después de ver tu mensaje de whatsapp. Tanto tiempo silenciado, tanto...sin saber de tí y de pronto...¿Que te ha llevado a marcar mi número, había tiempo y espacio suficiente para olvidarme y sin embargo lo has hecho, lo has ejecutado. Ya no hay marcha atrás, has intervenido mi vida.
¿Por qué solo marcar un número y escribir un mensaje, por que pulsar un botón puede cambiar el orden de tu cabeza, colapsar tu mente, desviar tu mirada y preguntar donde antes no había ningún interrogante. Pero ahora ya es tarde, el acto se ha producido. No acierto dónde colocarte.
Ayer no tenías habitación de hotel en mi cerebro, tenía ocupación total, plena. No cabía nadie más.
¿Que ha ocurrido?.
Has colapsado la central eléctrica, has dejado el hotel a oscuras, paralizada la recepción, la cocina, los ascensores. Te has colado en una habitación de la zona prefrontal de mi mente sin permiso. Y ahora. ¿Que hago?. Mi imaginación se desborda con un pasado que pensé borrado del mapa y no vuelve como una suave brisa de otoño, sino cómo un verdadero ciclón de verano tórrido y huracanado.
¿Puedo, no puedo?, ¿Debo, no debo?, ¿Quiero, no quiero?.
Podría dar marcha atrás?. Que fuera un día antes, unos instantes antes, que te lo pensaras dos veces y que la tercera fuera olvidarme.. 
Ya no hay marcha atrás, quizás no se pueda luchar contra lo que aparece sin avisar y fluye sin cesar.
Quizás deba subir corriendo por las escaleras del hotel, ese que has ocupado y que me pertenece. Tocar en la puerta de la habitación dónde estás y contigo allí decidir si recular o cruzar el umbral que nunca sabremos a dónde nos llevará.








UNA BANDADA DE PALOMAS
Un jefe guerrero del Tibet oriental decidió abandonar su ejército y aislarse en una cueva a meditar. Pasaron los años y un día apareció en frente de la cueva una bandada de palomas, se paró a observarlas y le dio unos cereales. Pero al pararse, mirarlas y ver que se desplazaban como un pequeño ejército le recordó las legiones de guerreros a las que había pertenecido años atrás. 
Ese pensamiento le recordó sus expediciones y sintió una cólera creciente contra sus antiguos  enemigos. Los recuerdos no tardaron en invadir su mente.
No consiguió controlar sus pensamientos y se fue a reunirse con su antiguo ejército, y empezó a luchar de nuevo.
Un solo pensamiento anodino, crece hasta convertirse en una obsesión irreprimible, al igual que una minúscula nube blanca, se transforma en una enorme masa agrietada por relámpagos.
Si no conseguimos intervenir en el núcleo del mecanismo que desencadena esos pensamientos, de ese rumiar sin cesar. Ese pensamiento rodeado de sensaciones, imágenes, sonidos, música nos invade y esclaviza en un laberinto sin una salida clara. Una estancia perturbadora que solo produce sufrimiento.
Cuyo desenlace necesita de una gran determinación.
Leyenda de Dilgo Khyentsé Rimpoché en el libro de Masttew Richar. Tratado de la Felicidad.



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