martes, 4 de abril de 2017

LA HISTORIA MEJOR CONTADA



Era un precioso día de primavera, aunque cuando salí de casa eran las ocho, mi mochila estaba llena y pesaba muchísimo, había veces que cuando llegaba del instituto, me la quitaba y antes de comer me tiraba derrengada en el sofá. 
Llegamos a clase de Educación Física, y la profesora nos presentó el contenido que debíamos afrontar, un trabajo que teníamos que realizar con mucho cariño, paciencia, y amor. Quería un trabajo en el que nos entregásemos al cien por cien. El título: la historia mejor contada. Teníamos que elegir a uno de nuestros abuelos o abuelas y sentarnos con ellos, de lo que hablásemos de su vida y de como lo redactáramos sería de gran importancia para llevarlo acabo, había que hacer  un paralelismo de los acontecimientos políticos y sociales de la época, y añadir fotos reales o ficticias que fortaleciesen las palabras de nuestro abuelo/a  y seleccionar una batería de preguntas de lo que nos había parecido más interesante de su biografía.
 Al principio salí bastante desconcertada, en realidad íbamos a trabajar sobre los hábitos saludables, y comparar todos los hábitos de antes con los de ahora, un cambio radical, que nunca hubiéramos comprendido igual como lo hicimos con este trabajo.
 Un antes y después en la vida de mi abuela y mis ojos cambiaron al verla, al observar que cada una de sus facciones se habían forjado con esas increíbles experiencias de las que era testigo fiel, la protagonista en primera persona. Nunca pensé que la vida de mi abuela fuera tan sofisticada, tan emocionalmente fuerte, nunca creí conocer a nadie que hubiera pasado todo eso y la tenía al lado. Ahora me siento orgullosa de haberla conocido de verdad, y no solo como la abuela que paseaba por los pasillos de casa o hacía veinte minutos de bici al día para no anquilosarse como decía ella, o que venía a comer los domingos a casa.
Esa misma tarde la llamé por teléfono, tenía 78 años, y vivía sola, era muy vital, moderna y tenía una panda de amigas con las que iba a tomar el café todas las tardes. Le pregunté si podía pasar la tarde con ella para hacer el trabajo, y sonrió , dijo que sí, que se iba a ir a una confitería para comprar unas palmeras de chocolate que me gustaban mucho y siempre las llevaba los domingos cuando venía a comer a casa. Así que a las cinco me presenté en su casa, nos sentamos en el sofá y le pregunté mientras ponía la grabadora, que cuando nació, y donde. Así empezó la historia mejor contada.
Esa tarde fué única pero la importancia de aquel rato no tendría realmente importancia hasta unos años después, cuándo ya no estaba, y leía y releía las cosas que me contó;
Me asombró la historia de amor de sus padres, mi bisiabuelo se llevaba más de treinta años con mi bisiabuela, se casaron por el interés de mi abuela de tener una mejor calidad de vida sin pensar que se enamoraría de él, era la tercera mujer de mi abuelo, y como era de gente de dinero cuándo se casó con mi abuela su familia lo desheredó. 
En su infancia no tuvo ni un sólo juguete, los fabricaban con ramas, y hacían grandes bailes con hojas de árbol.
Un día se cortó con una hoz y no paraba de sangrar, metió el dedo en barro, y así pudo parar la hemorragia.
Se desplazaban en carro de caballos, y bajaban al pueblo a comprar en mula o en burro. Apenas habían coches.
Siempre llevaban sandalias de goma o zapatos de esparto.
La ropa siempre heredada de primos a hermanos, iba pasando del primero al último, y si no eran del mismo sexo, todas o casi todas las mujeres sabían coser y convertían faldas en pantalones y al revés.
Iba al colegio muy de vez en cuando. Así que la cultura llegó cuando descubrió su afición por la lectura, años más tarde, después de casarse.
En la adolescencia, los lunes compraban unas madejas de lana para hacerse un jersey para el sábado cuando salía con sus hermanas y amigas, y al lunes siguiente lo deshacían para hacerse otro modelo con la misma lana. Aquello me parecía increíble, pero ella lo hacía con sus hermanas de mil amores.
El amor era clandestino, solo en el cine se daban la mano o un besito, y la gente joven se conocían en las verbenas del pueblo.
No había televisión y casi no se hablaba por teléfono.
A los catorce años ya estaba trabajando en una zapateria, y con eso se compraba aquellas cositas que nunca había tenido, algo nuevo.
También recuerdo como describía aquel día que su madre le sisó a su padre dinero de la cartera, para comprar unas chuletas de cerdo, era la posguerra y pasaban mucha hambre, veo sus ojos como me describían el placer de tan suculento plato.
Y así me contó como conoció a mi abuelo, y la vida tan dura que pasó con él. 
lloramos juntas, a veces durante esa tarde la besé y le dí la mano, y cuándo me despedí de ella la abracé. 
Lo redacté con ese sentimiento que me transmitió ella, e hice fotocopias de las fotos que me dejó. Cuándo lo leí en clase me emocioné. Y el día que me dieron la nota, un sobresaliente corrí hasta su casa, nos abrazamos, y supimos que era resultado de esa tarde, una de las tardes más inolvidables de mi vida. Gracias Abuela.
Este tercer trimestre mis alumnos de 4ºde la ESO de Educación Física tendrán que realizar el trabajo de La Historia mejor contada, y seguro que lo harán maravillosamente.




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