sábado, 1 de abril de 2017

EL CUENTO DEL ESPARRAGO TRIGUERO




Erase una vez un esparrago triguero , su padre pertenecía a la saga de los confetis, la familia más poderosa de la agricultura española, la empresa fue heredada de su tatarabuelo Don esparrago Confeti del Álamo, de una gran talla y sabor único. Pero nuestro esparrago , solo tenía ojos para otros espárragos, no hacía caso a los tomates que le hacían ojitos, ni a la lechuga, y tampoco frecuentaba la compañía de la cebolla, que hacían pandilla con los envidiosos repollos. 


Tenía muchas amigas guindillas, eran muy bellas, y se partían de risa con él y les importaba un pimiento lo que pensaran de ellas. Al resto de los espárragos les daba rabia su presencia y que estuviera siempre acompañado de las guindillas, las más picantes. Lo menospreciaban por su inclinación sexual, y porque al andar movía el tronco con un contoneo que no era propio de un varón según les habían educado. Aprovechaban cuando no estaba acompañado para insultarle y llamarle esparrago maricón, le decían:¡pierdes más aceite que el aguacate!, pero él sabía que no podía luchar contra su esencia, contra su verdad por mucho que lo presionaran. Era un espárrago gay.
Un día apareció por las tierras un espárrago blanco un importante agente publicitario, buscaba ingredientes para un anuncio de un plato magistral, lleno de sensibilidad y de arte.
Dispuso una carpa para hacer un casting, y allí se presentaron todas las verduras, una por una pasaron unas pruebas, eligió a un bello tomate, a una ingeniosa  calabaza, a un creativo ajo tierno, y a un sensible esparrago triguero. En la prueba el esparrago gay contó la historia de un plato diverso, donde un tomate se quedaba vacío de modo generoso para llenarse de una carnosa calabaza, mientras el ajo tierno se hacía finas láminas para rodear las hortalizas y así protegerlas, mientras el espárrago triguero lucía firme enclavado dentro del tomate y de la calabaza, como un estandarte abrazado por el ajo, con su mejor semblante, defendiendo la diversidad del alma, la generosidad del espíritu, la esperanza de que todas las verduras fundieran sus fuerzas en el respeto y el bien común.
Entonce muchos cómo el brócoli, el puerro, y el pimiento rojo decidieron romper con sus condicionantes, liberarse de etiquetas, y salieron del huerto, empezaron a mover su tronco al igual que lo hacía el  esparrago triguero para ser libres y poder disfrutar de la vida plenamente, dando igual lo que pensaran los demás. Entonces fueron muchos los que se unieron a las guindillas picantes, y todos reían a carcajadas, por que tenían libertad para hacerlo.




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