domingo, 2 de abril de 2017

LA PORTEADORA



Ella era una mujer,se puede decir que desde hacía poco  tenía tan solo 22 años, era una mujer luchadora. Fue niña y tenía sueños, tuvo un hijo con un desaprensivo que la abandonó, no tenía recursos y su vida  valía menos que la nuestra. ¿por qué?, por que esta historia así lo cuenta.
 la vida la trató como a muchas otras, como un animal de carga, como una mula, con el único derecho a intentar sobrevivir luchando cada día para darle a su bebé una vida mejor, y así murió por una avalancha humana desquiciada y rota por llegar a su destino y poder cobrar unos pocos euros, que harían la vida de su hijo mejor.
Era temprano y se despidió de su hijo dormido de tres años que dejó a cargo de su madre, ella también se dedicó al porteo, y ahora con la espalda hecha añicos, apenas podía dedicarse a las labores del hogar.
le dió un beso sin saber que era el último unos instantes en los que cogió fuerzas mirando su carita dormida pero llena de vida, tenía unos ojos grandes y profundos color tierra del desierto y su boca , unos labios mullidos, parecían pintados a pincel. Cogió su manita de la almohada la besó suavemente para no perturbar sus sueños y dejándola con cuidado se marchó.
 llegó a la aduana de Marruecos, ya habían miles de porteadoras, esperando pasar la aduana española  de Ceuta para cargar en el barrio del Tarajal, enormes fardos de mercancia. En cada viaje cargaba con fardos que doblaban su peso, encorvada y dolorida cobraba al llegar a su destino una cantidad irrisoria, entre 5 y 15 euros, debía hacer al cabo del día el mayor número de viajes, para sacar rendimiento a la jornada. Más de 80 kilos que  llevaba  de ropa china que llegaba a Ceuta desde los almacenes de Fuenlabrada Madrid, y que por las caracteristicas de los aranceles, de Ceuta era más barata que en Marruecos, ya que Ceuta y Melilla tienen un regimen fiscal especial, a efectos aduaneros no forman parte de la Comunidad Económica Europea, esto hace que devenga un arancel especial en el que se aplican tipos de gravamen inferiores a los del IVA, se le llama IPSI. La mercancia no era suya, era una mera intermediaria, que cargaba para llevarlo a Marruecos a comerciantes y organizaciones desaprensivas que le pagaban una cantidad ridícula por un esfuerzo sobrehumano, que le avejentaba, unos veinte años más de los que tenía y su joven espalda ya estaba encorvada con una incipiente cifosis dorsal. 
Sus compis de viaje, comprendían todas las edades desde adolescentes, embarazadas en avanzado estado de gestación, señoras maduras, e incluso ancianas, ellas eran en masa las que realizaban este trabajo sin seguridad social, sin contrato, jugándose la vida. ellos, los hombres eran solo un 25%, y además con la particulariedad de que ellos cruzan por una vía distinta, el acceso es por números, ordenado y sin avalanchas, a diferencia de ellas que cruzan a tropel, como mulas empujándose, pisándose, golpeándose, a veces rodaban y a duras penas se levantaban, siempre había alguna que ayudaba, pero sabía que le iba a costar el sitio, quizás pernoctar bajo cartones y plásticos, por que cerraban la frontera marroquí, y tras una dura jornada en la que debían hacer el mayor número de viajes quedaban en la oscuridad de la noche, con lluvia, frio , viento y tempestad de levante o poniente hasta la mañana del día siguiente con la esperanza de pasar.

La legislación marroquí permiten que las personas puedan entrar a su territorio con lo que llevan en su cuerpo, motivo por el que las porteadoras no tiran de carros, lo llevan a cuestas.
Cuando consiguen pasar la aduana marroquí tienen que subir con el fardo por cerros empinados y estrechos senderos bajo la atenta mirada de la policia.
Era su último viaje del día, pasó la aduana de Ceuta casi arrastras, no tenía aliento, se corrió el rumor de que cerraban de modo inesperado la aduana de Marruecos, empezaron a empujarse, perdió el poco equilibrio, y sus rodillas cedieron al peso, se desplomó en el suelo, pasaron cientos de porteadoras con toneladas de  ropa, comida, neumáticos, por encima de ella, golpeando su fardo,  y aplastando su cuerpo.
 Ella no perdió el coraje, pasada la avalancha y siendo la última, se levantó y siguió andando, mareada, medio inconsciente, la poca consciencia le dejaba ver la carita de su bebé, ese precioso niño que tuvo con 19 años y que era la razón de su existencia, el motivo de sus pasos, la acción  de querer llegar.
Consiguió pasar la frontera marroquí, subir la colina, y llegar a su pueblo Castillejos, y allí en la misma entrada dió el último suspiro, mientras un anciano le asistía, ella dijo con un tono de voz dulce y calmado el nombre de su hijo, al que jamás volvería a ver. 
Como ella, también se han marchado muchas como Soad, Burha, Zhora.
Seguiremos viendo como mueren más mujeres, esta vez por la violencia de género política, la falta de humanidad y de dignidad. La vida de esas mujeres es la peor penitencia por haber nacido hembra sin recursos, en una sociedad que no le da nínguna oportunidad. Una de tantas infravaloración de los derechos humanos que los españoles estamos permitiendo, por que la sangre de estas mujeres nos salpican, y no es una avalancha producida por un alud de nieve, por el antojo de la madre naturaleza, es una avalancha humana producida por la incompetencia de los políticos de los que estamos rodeados, y por un ansía de explotación que solo genera tristeza y la eterna frustración. 
Los medios de comunicación no se hacen eco, no le resulta de interés la muerte de estas señoras luchadoras, no debe ser noticia. Por eso la vida de ellas y la de otras tantas que ejercen de remolques humanos y que sufren de todo tipo de vejaciones vale menos que la nuestra, aunque aquí también nos exploten, nos infravaloren, nos maten, y tengamos menos derechos. 
Pero mal de muchos consuelo de tontos, Y  por eso la vida de estas mujeres valen aún menos que la nuestra.





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