miércoles, 12 de abril de 2017

AMOR TERAPÉUTICO



Ernestino ya estaba jubilado y vivía sólo, todas las mañanas hacía su recorrido habitual y siempre entraba en la farmacia de las chicas de oro, tres señoras entre ellas la farmacéutica que sobrepasaban los 60, pero que seguían en el negocio con ilusión y ganas, la clientela diaria del barrio se había convertido en gente de su vida, con ellos soltaban el chiste mañanero y opinaban sobre las noticias y el condenado tiempo, que si hace mucho calor, o demasiado frio, que si una ya no sabe que ponerse, tópicos que se debían más al sobrepeso de la edad que al tiempo, pero el caso era decir algo, y sonreír, a pesar de que sabían que la farmacia tenía efectos paliativos contra el dolor físico de los achaques, y también psicológico contra la soledad.
Ernestino iba a tomarse la pastilla de la tensión era la manera de que no se le olvidase, ellas se la daban y acto seguido iba a tomar el descafeinado al bar de la esquina.
A Ernestino le gustaba Doña Esperanza, la farmacéutica, era una mujer con carácter y siempre tenía una respuesta contundente, a veces detrás de la última palabra iba un punto que te caía encima como una losa y te impedía respirar y responder, pero a Ernesto le iba el mambo, cogía aire y le replicaba, a ella le hacía gracia, pero nunca dieron el paso de tomar un café o cualquier cosa con tal de llegar a más.
El, llevaba ya semanas que quería echar el anzuelo, pero no se atrevía, entonces se le ocurrió una idea. Era la mañana de un jueves de primavera con un sol imponente como ella, espero entrar en la farmacia un poco más tarde de lo habitual, cuando sus dos empleadas se iban en un pequeño descanso a tomar un café. Estaba nervioso y eso no era propio de su edad, pero lo estaba como un adolescente que va a pedir salir a alguien, entró, se le hizo eterno llegar hasta el mostrador, ella le miraba con una sonrisa sincera como todas las mañanas, el solo quería no tartamudear, y al final cuando llegó al fin al mostrador, ella le dijo:
-          Ernestino, hoy te toca tomarte la tensión, si quieres ves a tomarte el café y cuando lleguen las chicas te la tomo en la salita.
El respondió:
-          Estoy de acuerdo, pero también necesito una caja de profilácticos.
Se hizo un silencio sepulcral, Esperanza apretó los labios mientras se le agrandaban los ojos y se convertían en círculos perfectos.
El caso fue que Doña Esperanza no quiso preguntar el número de unidades y le dio la caja de 10, para la broma  sobraba.
El se fue a tomar el café y a la vuelta, cuando le tomó la tensión en la salita, le apretó tanto el brazo que le faltó poco para hacerle un torniquete.
Doña Esperanza se lanzó, diciendo:
-          ¿No sabía que tenías pareja?.
Ernestino respondió:
-          No tengo, pero me hace ilusión tener esta caja en casa, porque eso significa que cuándo pienso en ti, tengo ganas de hacer el amor, ya hace años que te deseo, y como no se como hacerlo se me ocurrió que me vendieras una caja de condones.

Ella le dijo:
-          No sé lo que te durarán los diez condones, pero si sé que mañana les cambio el turno a las chicas y cuándo vengas por tu pastillita de la tensión nos iremos juntos a tomar ese café, y después Dios dirá, si ha de ser será y te aseguro que no me faltarán razones.




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