martes, 19 de noviembre de 2019

SABÍA QUE OCURRIRÍA.

Sabía que ocurriría, lo soñé el otro día.
No esperaba a nadie en este lugar,
pero la magia se coló por la ventana,
cuando la dejé entreabierta, el se coló.

Su mirada me abrió una puerta de hierro
de ese forjado por un herrero convencional.
De los que miman cada pieza con corazón,
inhalan y exhalan meticulosamente.

Para perfeccionar cada detalle y que sea 
única y especial. No una puerta cualquiera,
no una puerta más. Cada vez que se abra,
o tal vez se cierre, hará un ruido exigente.

Exigente de fuerza, de ganas, de impulso,
de querer entrar, de no quedarse en la puerta,
de querer atravesar, dar pasos hacia dentro
y cerrar, queriendo abrirla de nuevo 
una y mil veces más.

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