Suri, solo tenía 19 años, había vivido en silencio toda su vida, desde que descubrió que la normalidad de su cultura no la convencía, e inició un viaje en su pensamiento. Un viaje en el que su alma la empujaba a dibujar una huida hacia un mundo de libertad. En el que podría marcharse siempre que quisiera sin tener que escapar, sin tener que huir, sin doblegarse ni ser sometida.
Suri, sufrió la ablación, violaciones y abusos extremos por parte de familiares y vecinos de su poblado. Hasta que no tuvo a Batsi, su muñeca no se dió cuenta de que nació perfecta, de que no le sobraba ninguna parte de su cuerpo. No quería ese infierno para su niña. Una niña querida y amada desde que empezó a hacerse hueco en su útero. Cuándo nació vio agua cristalina como la de su río, en el que aprendió a lavar su cara, a limpiar sus lágrimas, a beber y tragar lo que no entendía, a nadar como una sirena, discreta por la superficie, pero como un proyectil fuerte, intenso, unidireccional. En busca de la esperanza para su hija.
Su abuela Mirla, le hizo una cicatriz profunda en el pecho, decía que esa herida seca la salvaría de muchas violaciones, y aunque no fue así entre sus familiares y vecinos, ante los desconocidos que la desnudaban creaba mucha inseguridad y la dejaban marchar.
A los dieciocho su tío la violó y dejó embarazada de Teko, un precioso niño negro como la oscuridad más intensa pero con dos ojos azul cielo, que al mirar solo te permitían despegar todo tipo de sueños, esperanza, anhelos. Realmente como un ángel venido de lo más divino.
Una noche cerrada, Suri emprendió su viaje, visualizado cada segundo de su vida. Sabía que iba a ser duro, muy duro pero ya conocía y estaba familiarizada con el abuso, con el maltrato de su cultura, con el sometimiento. Ese viaje prometía libertad para sus hijos, educación, respeto para Batsi y que en los ojos de Teko no se vieran reflejados los de muchos hombres de su poblado, que solo veían a la mujer como un objeto de deseo, placer, y perpetuación.
Tras meses de una dureza extrema, de venderse, de negociar, de apurar, de llegar al límite salvaguardando a sus pequeños, llegó a la patera.
Su último lujo, fue comprar dos salvavidas para Batsi y Teko, los rodeó con mantas para que si volcara la patera, no se agarraran a ellos. Estaba lleno de hombres, algunos no alcanzaban los quince.
Suri y sus hijos fueron los últimos en entrar. Había levante, prometía ser un viaje difícil, pero a estas alturas, ¿Que no lo era?.
Entraron en el estrecho, la patera era como una montaña rusa, Batsi y Teko no paraban de mirar a su madre, les daba miedo el agua. Cada vez se ponía más brava la mar y un par de olas pasaron por encima mojándoles completamente. Suri, tenía miedo, no quería perder lo que más quería y los agarraba tan fuerte que ocupaban menos que cualquiera de los que estaban allí.
Era felíz, había sido capaz de emprender su sueño, un camino que a priori era un imposible y lo que estaba ocurriendo lo había imaginado como posibilidad, preparándose para todo lo que pudiera pasar.
Era felíz, había sido capaz de emprender su sueño, un camino que a priori era un imposible y lo que estaba ocurriendo lo había imaginado como posibilidad, preparándose para todo lo que pudiera pasar.
A siete kilómetros de Tarifa, una enorme ola pasó por encima de la patera, cuándo esta salio a flote, estaba completamente vacía. Suri salió a la superficie y buscó a sus niños. Vió a Batsi con su salvavidas boca arriba, nadó hacia ella y le dio la mano, después a unos cinco metros observo a Teko, que lloraba entre las olas, fueron hacia el, despacio, tan lento que parecía una película que nunca acababa, pero lo alcanzaron. Suri, los empujaba, alejándoles del resto, no quería que se apoyaran en sus hijos para salvarse, todos agazapados en la patera.
Al cabo de unos minutos, se dejaron llevar por el agua para descansar. Algo se posó flotando encima de ellos, no sabían que era. Suri, se relajó tanto del agotamiento que se fue hundiendo mientras veía los pequeños pies
Sabía que sus sueño se había cumplido, sus hijos conocerían la libertad. Su alma ya había salido de su cuerpo y veía como ese enorme artefacto con alas que giraban una y otra vez rescataba a sus niños.
De pronto volvió a su cuerpo, algo la empujaba, era como un impulso salido de lo más profundo, un pez gigante, que la sacó a la superficie. ¿Un delfín?
Suri, cumplió su gran sueño, el que había visualizado tantas veces. Ahora es libre como sus hijos, estudia y trabaja. Batsy y Teko estudiaron derecho y relaciones internacionales. Saben cinco idiomas.
Pero el idioma más importante es el que le enseñó su madre, el lenguaje con el que te hablas, el interno, el que te permite conseguir tus sueños.
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