Había una vez una nariz angustiada por los olores que tenía a su alrededor, siempre andaba deprisa e intentaba apretar las ventanas de entrada de aire, cuando no le gustaban los aromas que a su paso desprendían los bares, los contenedores de basura, las fuertes colonias que se echaban las gentes para camuflar otros olores, no disfrutaba y solo metía el aire necesario para respirar poco y mal.
Cada vez estaba más apagada y fue al médico de cabecera, allí en la salita de espera se encontró con un boca muy parlanchina, y con muy mal gusto. Desde que le dijo el buenos días no paró de hablar de ella y más de ella, mientras a su lado había una oreja, que torturada por la boca, solo deseaba ser sorda, además estaba obligada a escuchar todo, las quejas de las gentes por las mañanas, me duele esto, me duele lo otro. Los chismorreos, ¿sabes quien se ha muerto?, ¿sabes que la hija de María tiene tal enfermedad?, ¿sabes que los Martínez, los de la churreria se han separado?, y lo peor eran los comentarios que venían después, se ha muerto por que no se cuidaba, además le vino bien, fue un putero y se portó fatal con los hijos. La hija de María se lo buscó, fumaba mucho e iba con hombres malos. Los Martínez, el la dejó a ella a cargo de la churreria mientras él se gastaba todo el dinero en el bingo online, ¿que quieres?, además a ella siempre le iba a comprar los churros Manolo el de la ferretería, yo creo que tienen algo. La oreja estaba harta de tanto cotilleo y solo deseaba el silencio.
Al lado de la oreja, había un ojo cerrado, intentando dormirse antes de que le tocase, estaba cansado de mirar lo que no es, de mirar el parecer, el querer convencer de algo que nunca se es, y prefería adormilarse para poder despegar sus parpados con algo de energía, para quizás dejarse sorprender por una verdad. En frente de la oreja unas manos agarradas, poco expresivas, se quejaban de falta de cariño, de frialdad, de necesidad de contacto, de caricias, de amor.
Salió la enfermera y mandó entrar a los cinco a la vez, el ojo levantó el parpado sorprendido, las manos se apresuraron a entrar las primeras, detrás fueron entrando el resto de los sentidos. Se sentaron en unas sillas en circulo y el médico les dijo resuelvan su problema.
Empezó la oreja, yo creo dijo que debería seleccionar lo que escucho, así no me encontraría tan mal, a veces me atormento demasiado con un sencillo comentario, debería de elegir aquello que me interesa de verdad, la calidad de la escucha es lo que tengo que trabajar. Después intervino el ojo, es verdad hay que seleccionar, lo que se observa con tranquilidad y sin juzgar tanto como lo hacemos. Entonces la nariz dijo que se encontraría mejor si entrara el aire de manera más profunda, más honda, eso permitiría la no necesidad de respirar cuando a su paso deje malos olores, ya que su respiración le permitiría pausas más amplias, también estaría más relajada y menos ansiosa. La boca aprendió que debía controlar la impulsividad, y la oratoria del ego para dejar disfrutar también de lo que cuenten los demás. Y así ser un recurso necesario del buen gusto.
Las manos se frotaron, y acariciaron, y pensaron que quizás era posible recuperar el tacto, el cariño, la confianza y el afecto.
El médico les dijo que eran un buen equipo y que así debían de funcionar, complementarse sacando el máximo de su potencial para vivir en el mejor mundo de los sentidos. De allí salieron a disfrutar de un buen café,observando su color y el humo que desprende recién servido, del sonido de la cuchara cuando revuelves el azucar, de su maravilloso olor , del sabor amargo y dulce a la vez en el paladar, del tacto y el calor de una buena taza.
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