domingo, 30 de julio de 2017

EL MANIQUÍ



Era lunes y salía de casa con el tiempo justo para llegar a trabajar, siempre recorriendo el mismo camino y pasando por los mismos escaparates, al pasar por Laurence, una tienda de confección de caballero, frené en seco, al ver un nuevo maniquí, era alto, delgado y con el pelo algo cano, iba vestido de caballero, ni una sola arruga en la tela de la camisa, ni en el pantalón, me miraba fijamente, y estuve probando a cambiar el ángulo de visión y  aluciné por que me seguía. Pensé que había dormido mal, y a toda prisa salí pitando. 
Al día siguiente pasé por el mismo sitio como siempre y allí estaba de nuevo Él ,de nuevo bien vestido, esta vez con una camisa rosa. Todos los días pasaba y miraba el escaparate e intercambiábamos las miradas también observaba sus cambios de postura. y siempre con esa sonrisa, que no empañaba la fuerte lluvia en el cristal.
Pasaron las navidades, y vi su bonita figura que esta vez lucía con frac, acompañado de  una cubitera, dos copas y una botella de champan. 
Después de las fiestas, Laurence, la tienda cerraba y lo liquidaba todo. Me quedé mirando al maniquí, y entré en la tienda,  les pedí que me lo vendieran y así lo hicieron. Cargué con él a casa, nadie me esperaba y nadie me diría que estaba loca por comprar me un muñeco. 
Ese mismo día cené con él, le conté toda mi vida, no me interrumpió ni una sola vez, estaba tan interesado en lo que le contaba que no probó bocado, y seguía mirándome sin parpadear y con esa media sonrisa que me volvía loca. 
Después de muchas cenas, comidas, y películas juntos, todas ellas románticas, siempre tenía una bonita sonrisa, con la que me esperaba a la vuelta del trabajo, ni un sólo reproche.
El, nunca me contó nada pero debía de ser muy culto, su sonrisa delataba una bondad e interés por los demás, y su cuerpo estaba muy tonificado, se le marcaban todas las abdominales. Me costaba mucho ponerle el bañador para tomar la cervecita en la terraza. 
Pasaron los años y el señor ni una sola arruga, nunca perdió el deseo de escucharme, de prestarme atención, de esperarme en casa .
El día de mi jubilación lo vestí de gala, hice una cena con cava y bogavante, a la luz de la luna. Para celebrarlo lo llevé cuatro días a Marbella, a un balneario, nos hicieron miles de fotos. Ya decía yo que  tenía que ser famoso, era sacarlo de casa y todas las miradas puestas en nosotros.
Desperté, y allí estaba acostado a mi lado, le miré fijamente el pecho y respiraba, no me acordaba de su nombre, pero era agradable tenerlo cerca.
Cuándo despertó me dijo que era mi marido, que llevábamos cuarenta años juntos, pero yo tenía la sensación de acabarlo de conocer. El caso es que me cuidaba, me cogía de la mano, y paseábamos juntos, las personas que pasaban por nuestro lado nos saludaban muy amablemente.
Pasamos por Laurence la tienda de confección de caballero, ya no estaba de liquidación, y en el escaparate estaba Él, con su sonrisa, tan elegante, y me miraba de una manera tan bonita, tan bonita.





No hay comentarios:

Publicar un comentario