Voy en el barco, es levante y se mueve mucho. Un barco obligatorio para pisar mi tierra, para respirar su aire, el de levante que nos acerca a la realidad nublada y pegajosa que vivimos o al poniente que nos hace soñar con una huida romántica, y aparece la escena de titánic, donde el la sujeta por la cintura mientras su vestido dibuja su cuerpo empujado por el viento, al igual que su pelo.
Entonces, el la suelta y cae al mar, donde confluyen las corrientes del mediterráneo y el atlántico, ella aprovecha la caída para conocer el fondo del mar, nada con tiburones, y delfines, con una sensación enorme de libertad.
Se despierta, después de escuchar el anuncio de la llegada a puerto, cojo la maleta y al salir por la puerta del barco, el levante me da una bofetada de húmedad, de una realidad perezosa, pero el poniente siempre vuelve y volveré a soñar.
Da igual que sea poniente o levante, las gaviotas lloran como un bebé, y ríen como locas mientras revolotean por la costa Española y la marroquí. Por que de la risa al llanto hay un paso, y de los sueños a la realidad otro.
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