sábado, 26 de octubre de 2019

EL ESPECTRO.

Erase una vez una fantasma que rondaba una casa soleada
se sentaba en el porche de la entrada, mirando a los vecinos pasar
se asomaba a las ventanas y acariciaba a los pájaros al volar.
Se adentraba en los rincones de la que un día fue su casa,
acariciaba las paredes y los techos al vagar errante.
Soñaba con volver a la realidad del mundo mortal, colándose
en la cola de las almas expectantes en tomar un nuevo cuerpo
y volver a vivir. Caminar por los bosques descalza
cruzar ríos y poder alzar la mirada nítida de quien ve sin cristales ahumados.
Era una fantasma sonriente, que disfrutaba con los murciélagos, 
acompañaba a la luna llena y la hacía tiritar, contándole historias
de amor con final feliz y fugaz.
Arrancaba estrellas del cielo para lanzarlas al firmamento y que rebotasen como las piedras que tiras en el mar,
haciendo ondas ondulantes que rizaban el abismo celestial.
Era una fantasma silenciosa que caminaba fatal,
tuvo que abandonar sus tacones para poder avanzar.
Ahora que ya no camina si no que flota en el mar, en el aire
en la vida, se porta genial. Descubrió dentro de tanta capa una
alma sonriente que a pesar de todo vaga viva por la muerte. ¿Quién dice que los 
vivos no son los muertos y los muertos  no son los vivos?.
¿El corazón puede latir muerto? cuándo no hace nada nuevo, sin pensar en cambiar, sin retarse en los duelos del soy y  del estoy por el seré y estaré. Solo lamentarse de uno mismo y de los demás. ¿Cómo se puede estar vivo matando el tiempo, que es lo más valioso entre los mortales. solo esperar que el tiempo pase hasta que el corazón se agote, aunque lleve años muerto. Entonces...
  viajando hacia tu casa, te des cuenta de todo lo que fuiste y no fuiste, de todo lo que quisiste y dejaste marchar, de todos los sueños que dibujaste en la arena y que batió el mar. Entonces ...miras sonriente atrás y te colocas en la cola de los que quieren volver a ser y estar, de los que suspiran por vivir de nuevo, por andar descalzos, por agarrar la vida en pequeños pedazos y no dejarla escapar.
Erase una vez una fantasma errante, que rondaba una casa soleada, se sentaba en el porche de la entrada. mirando a los vecinos pasar.

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