domingo, 6 de octubre de 2019

LAS MAÑANAS DAN MUCHO DE SÍ

Después de un fin de semana soporífero luchando con el ordenador y reconociendo mi ignorancia, ineficacia y torpeza gracias a mi falta de motivación con él. Termino la programación del curso.
Me levanto pensando en el niño de seis años que ha perdido la vida en el estrecho y siento impotencia, pienso en el frío que pasó, en el sufrimiento de su madre. Mientras me estoy tomando mi rico café que no me está sabiendo a nada, mi pensamiento boicotea su sabor, la mirada se pierde mirando un horizonte que no existe para él, solo la bruma de un mar que llenó su piel de sal, hasta que sus ojos dejaron de mirar a su madre, una fatiga que acabó con su pulso, un frío que heló el corazón de su madre. No quería sacrificar la vida de su hijo para llegar a un país esperanzador, pero fue la minuta a pagar, que la vida le arrancara su carne para empezar de nuevo. Como un velero sin velas, como una barco sin motor.
Pienso la suerte que tengo por haber nacido ya aquí, por tener a mis cuatro hijos en este país, por poder pagar la casa sin problemas y tener un nivel de vida más que digno. Mientras otros luchan por tener un vida de respeto y en el camino pierden las piernas para caminar.
Llego al instituto muy contenta, me preguntan los conserjes porqué estoy tan feliz. Hoy llegan mis hijos de la custodia con su padre, tengo preparadas unas albóndigas con tomate, que les gusta tanto.
El miércoles mi hijo el mayor cumple dieciocho años y está todo loco porque va a poder votar en las próximas elecciones. Algo así como si su voto fuera arreglar el país.
A todo esto les contesto a los conserjes que estoy contenta por que me he levantado, estoy viva, he podido tomar café, tengo un coche, tengo trabajo y mis hijos están bien. ¡Qué más puedo pedir!.
Pienso en ti, ese niño que perdió la vida en el estrecho, cerca de mi tierra. El me hace ver la suerte que tengo y celebrar que hoy es lunes. Celebrar la vida desde un lugar lleno de ventajas.


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