Lucía, tiene 95 años, vive en un cuarto sin ascensor, hace muchos años que no sale, ni pasea. Tiene problemas de circulación y los tobillos embotados. Su único hijo murió hace tres años y es viuda.
Solo tiene una vecina en frente que le pregunta que tal está todos los días y le sube la compra. Lucía la quiere muchísimo.
Era modista pero hace más de veinte años que no cose nada por su problema de parkinson, desde que comenzó la pesadilla del coronavirus, que afronta sin ningún miedo, pues reconoce que cada día que pasa es un regalo, una devolución del paso de la vida con intereses. Ha aprendido dejar fluir los acontecimientos, no resistirse a nada y hacer en vez de quejarse. Ha llegado a un punto de su vida que a pesar de haber perdido lo que más quería, solo tiene agradecimiento.
Su vecina Mari le subió un paquete de gasas impermeables para la incontinencia urinaria, todos los días le subía cincuenta gasas. El viernes después de toda la semana, Mari le preguntó que si era tal la incontinencia para comprar tanta gasa, estaba preocupada por ella. Al final del pasillo vió una caja de cartón enorme. ¿que es eso, le preguntó a Lucía?. Necesito que lo lleves al hospital. Mari, se acercó, y abrió la caja, habían cientos de mascarillas perfectamente confeccionadas. Se fue hacia ella y la abrazó como nunca, mientras sus delicadas manos sucumbían a los vaivenes de la enfermedad nerviosa que padecía, no podía evitar llorar estaba tan emocionada, tan llena de amor, por que el amor se contagia.
La hija de Mari, era enfermera, todos los días llegaba afligida por la escasez de material sanitario.
Mari, llegó tan orgullosa al taxi, para que la llevaran al hospital. El taxista no le cobro nada.
Todos los días de este terrible virus, ese edificio sin ascensor, ascendía a los niveles máximos del amor, un amor incondicional, altruista que invade a todos de orgullo y felicidad.
La hija de Mari, enfermera le grabó a Lucía un vídeo con todos los sanitarios que salieron a comer ese día y un cartel que ponía:¡ Lucía, eres nuestra heroína!.
Lucía a pesar de estar jubilada, ser personal no productivo de la sociedad, para muchos una carga, se había convertido en un ser celestial para todos. El único problema es que nunca dejó de serlo, siempre fue DIVINA.
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