sábado, 28 de marzo de 2020

EL LIENZO EN BLANCO.

Matias, es pintor. Vive en Alicante y siempre está en la explanada. Una pequeña galería de arte al aire libre con una silla, para el que quiera permanecer allí, observando su manera de hacer, de pintar, de conjugar los colores, de deslizar el pincel suavemente como si acariciara al viento sin interferir en su dirección ni su fuerza.
Siempre había rodeando sus cuadros un batiburrillo de gente, algunos le miraban con curiosidad, otros no daban crédito a lo que hacía, escuchaba como decían que debía estar muy loco para hacer eso, para estar allí, tan embelesado en su arte cuándo no hacía nada, no pintaba nada. Sus cuadros estaban vacíos. Muchos pasaban por el puesto y lo ridiculizaban, otros se cuestionaban de que vivía. En general, la gente que pasaba por allí, no encontraban el sentido de lo que hacía. El no se inmutaba, pero sonreía de manera benevolente y relajada todo el rato, se le veía tan seguro de lo que estaba haciendo, nada perturbaba su arte, no le importaba las opiniones de los demás.
Y aunque parezca de locos, todos los días había al menos una persona que se sentaba con él, se quedaba mirando un lienzo de los que estaban terminados, y suspiraban con una respiración profunda y sosegada. le decían que nunca habían visto nada igual, tan auténtico, tan armónico, tan bello. Parecían meterse dentro del lienzo y durante todo el tiempo que estaban sentados sentían que se metían dentro del cuadro y disfrutaban caminando por esos paisajes de costa, incluso soñaban montándose en uno de los barcos que Matias pintaba, notaban el viento en su cara, el ondear de su pelo, el cálido aire que embriagaba su bonita ensoñación. Al despertar, las personas le decían que aquello no tenía precio, que le pidiesen lo que quisiera por el cuadro. El contestaba que solo necesitaba comer y pagar su pensión. Esa persona le dejaba a Matias dinero para subsistir durante más de un mes. Sus cuadros eran tan mágicos como él.
El lo sabía, sabía que quien permaneciera allí, soñaría, viviría el placer más absoluto, viviría la magia de pararse, respirar y meterse en el mundo mágico de un lienzo en blanco.

1 comentario:

  1. Precioso texto Mamen, dan ganas de meterse en el lienzo y no volver a salir...

    ResponderEliminar