sábado, 21 de septiembre de 2019

PROMETISTE, DESPEDIRTE...Y ASÍ FUE.

Prometiste despedirte, siempre me lo dijiste. Nunca te irías sin decirme ADIÓS, sin besarme, sin mirarme a los ojos y hacerme comprender de nuevo lo que había significado en tu vida, todo. 
Lo expresabas tan bien, podías buscar palabras a lo que sentías, mientras yo quería decirte tantas, tantos sentimientos que se definían con palabras dentro, pero que no querían salir, era incapaz de vocalizarlas, si de hacerlas sentir, pero no de decir. 
Tú me calmabas, diciéndome: ¡no hace falta que hables!, que digas, tus ojos me miran con la luz que necesito, con el color que quiero, con la abertura con la que veo, tus ojos ya me dicen lo que sientes. Me abrazan y besan, imantan a los míos y así no puedo dejarte de mirar. 
Prometiste despedirte, siempre lo dijiste. Pensé que nunca llegaría ese momento, quizás que yo me fuera antes que tú. Quise buscar de nuevo palabras a tanto amor, pero los sentimientos me desbordaban y no me dejaban hacerlo.
Recuerdo cuándo nos vimos, cuando nos descubrimos. Fue como si en un camino de una gran ciudad, apareciera un manantial, rodeado de un paisaje prerrafaelita, lleno de hojas maravillosas de todos los tamaños y colores verdes, flores moradas, rosas, rojizas y tornasoladas. Fue como si en un día de invierno cerrado, apareciera el hermoso sol y un bonito arcoiris, era como si una central eléctrica desencadenara todo su potencial funcional e iluminase hasta el último rincón de nuestro cuerpo. Fue como si el tiempo se hiciera lento, el iris fuera una especie de código virtual y nuestras miradas se hubieran descodificado para buscar un único código que nos uniera. Fue un imán que nos hizo buscarnos y no separarnos más.
Prometiste despedirte, siempre me lo dijiste. Sentada en tu cama, te cogí la mano izquierda, una mano moribunda pero fuerte, llena de raíces como las del sauce, bajo el que me cobijaba cuando apenas tenía cuatro años, cuando pensaba si en un futuro quería un amor intenso y corto o un amor menos intenso y más largo en el tiempo. Tú fuiste tan intenso y a pesar de los años juntos, tan corto. Quería agarrarte para no dejarte marchar, pero te fuiste. En ese instante dejé de respirar, se bloquearon mis venas y mis arterias, mi rostro palideció, se colapsó mi mente y dejé de escuchar y sentir el corazón.
Te agarré de la mano sintiendo cada vena y las arrugas de tu piel, caminamos juntos por un sendero iluminado hasta que me dí cuenta que una fuerza superior me frenaba y a ti  no.
Prometiste despedirte, siempre me lo dijiste y así fue. Me miraste por última vez como la primera entusiasmado por lo que mis ojos te decían y eran tantas palabras bonitas, tanto agradecimiento. Me abrazaste como tantas veces, me susurraste que debía volver. Debía esperar allí, sin saber ni como ni porqué y verte marchar como tantas veces te fuiste para volver. Pero antes de irte, de dejarme, pero no olvidarme me dijiste:
Ahora, te esperaré al final del camino, en un bonito amanecer. El tiempo aquí no existe y así no sufriré. Tu tendrás la esperanza y la certeza de caminar por la vida sabiendo que cuando tu vida se apague, se nos encenderá de nuevo la luz, esa que cuando estábamos juntos recorría cada rincón de nuestro cuerpo.
Prometiste despedirte...Y así fue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario