Estaba allí sentado con su bastón, miraba los árboles y esa brisa que apenas movía los cuatro pelos que le quedaban, recordaba cuando era niño y jugaba en el patio de su casa con el balón mientras sus hermanos le empujaban para quitárselo, se reían mucho con su falta de habilidad para aguantar su control, pero él sabía que compensaba con su inteligencia, cuando pasaban a las tareas, siempre le pedían ayuda, no le costaba quedarse con las explicaciones de los profesores, y era una fiera para los números, recordaba cuando su madre le proponía hacer operaciones mentales de sumas y restas y siempre daba con la solución correcta. Su madre también recurría a él cuando no le salían las cuentas del hogar, ya que la administración la llevaba ella, mientras su padre trabajaba fuera de casa hasta muy tarde.
Esperaba con anhelo que llegara las 6,15, sabía que a esa hora pasaba la señora del perro, esa que le volvía loco, nunca fallaba, con paso ligero pasaba cerca del banco donde el estaba sentado, a pesar de su edad mantenía una figura espléndida y un andar ágil. Aquel día decidió saludarla y ella respondió con un buenas tardes. Era difícil conocerla por que el de ninguna manera podría seguirla.
Al día siguiente le robó a su nieto luca una tiza de su pizarra antes de salir para llevarle al colegio, la metió en su bolsillo y la mantuvo allí hasta que llegó la hora del banco, allí se sentó de nuevo, pero antes escribió unas letras en el suelo. Eres preciosa, y esperó a que ella pasara como todos los días, ella pasó se quedó mirando la frase y sonrió mientras no dejaba de andar con su perro.
Al día siguiente apenas se leían las palabras, pasó el pié por encima para terminar de borrarlas, y cambió la frase, esta vez le puso no puedo evitar mirarte, de nuevo ella sonrió y siguió la marcha como siempre. Al día siguiente cuando se iba dirigiéndose al banco llevaba preparada otra frase, fue a pasar el pie por la frase del día anterior y se encontró con algo que nunca se había imaginado encontrar, por ti paso por aquí. Se puso nervioso como si tuviera quince años y estuviera viviendo la primera experiencia en el amor. La vio de lejos acercarse, y temblaba, pensó si se para no le podré hablar, voy hacer el ridículo, inevitablemente llegó el momento, era tarde para huir y después de buscarlo durante tanto tiempo tenía que dar la cara.
Esta vez ella paró justo ante el banco, le sonrió y se sentó a su lado, se miraron y empezaron a hablar, quien les iba a decir que se iban a conocer por medio de algo tan rustico como una tiza.
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