martes, 30 de mayo de 2017
MARCOS Y EL ASCENSOR MÁGICO
Marcos se levantó esa mañana de jueves, estaban sus abuelos en casa, los escuchó desde la cama, llamó a su madre como todos los días pero para su sorpresa apareció su abuela, Marcos preguntó:
- ¿Dónde está mamá?.
y la abuela le dijo:
- Está ocupada, ahora no puede venir, cariño. Y le puso el desayuno, mientras escuchaba un murmullo que procedía de la habitación de sus padres.
Salió su padre serio, triste, le dijo:
- Marcos, hoy te llevo yo al cole.
- ¿Por qué papi, dónde está mamá?, preguntó Marcos.
- Bueno, ha tenido que marcharse, tranquilo desayuna y prepara tu mochila.
Marcos llegó al cole. Con sus cinco años era lo suficientemente avispado para observar que algo raro pasaba, su profesora Ana, estaba muy nerviosa, le trataba con un cariño excesivo, algo había en ella que no entendía, al igual le había pasado con su padre y su abuela.
La mañana se hizo eterna, esperando que mamá fuera a recogerle, pero llegó la hora y aparecieron sus abuelos, que le llevaron a comer a su casa.
Sobre las seis apareció su padre con la mirada triste, aunque su boca sonreía, tenía las manos frías cuándo le agarró las suyas, después le aupó y puso en las rodillas.
Marcos le dijo:
- ¿Que pasa papá?, ¿Donde está mamá?,
Y su padre le contestó:
- Marcos, la vida es como un edificio muy alto, y mamá se ha ido a vivir al último piso, desde allí te cuidará y estará contigo siempre.
Marcos pensó en el ascensor de cristal del parking del centro, al que iba con su madre muy amenudo.
Esa tarde se quedó con él una vecina, amiga de su abuela, no quiso cenar, se duchó y se quedó dormido viendo a Bob Esponja abrazado al peluche de tiranosaurio rex que le regaló mamá cuando le operaron de vegetaciones.
Entonces se vio andando hacia un ascensor de cristal, le dio al botón del último piso, el botón del cielo, el ascensor iba despacio, cuando pasó por el primer piso toda la cristalera del ascensor se llenó de mariposas de colores, eran esas que llenaban los cuentos que contaba su madre. Pasó por el segundo piso, todo estaba lleno de dinosaurios, algunos estaban a medio colorear como en su libro del cole, y pasó por el tercer piso, lleno de pájaros, esos que vuelan tan alto, que nunca podía alcanzar con sus manos. A partir del cuarto el ascensor aceleró hasta llegar al último piso. Allí estaba su madre esperando detrás de la puerta de cristal, llevaba el vestido de boda de su tía Paqui, estaba preciosa. Le abrió el ascensor, le abrazó y le dio miles de besos.
Marcos le preguntó con lágrimas en los ojos:
- ¿mamá, por qué te has ido?.
- No quería irme cariño, pero ocurrió así, yo quería estar contigo, pero ahora te miraré desde aquí, y desde aquí te cuidaré, y te veré siempre y siempre podrás venir a verme, ahora descansa.
Marcos se despertó con la mirada relajada, de haber estado con su madre.
El tiempo pasó y cada noche se montó en ese ascensor, el de las mariposas, dinosaurios y pájaros. Y todas ellas, vio a su madre bellísima con el vestido de la boda de su tía Paqui. Nunca dejó de subir en ese ascensor, lo hizo cada día de su vida.
Una noche de verano, ochenta años después, Marcos se quedó dormido y fue a coger el ascensor, pero estaba ocupado, el botón encendido y con la flecha de que estaba descendiendo, allí apareció su madre, esta vez venía a recogerle y juntos pasaron por el piso de las mariposas, también por el de los dinosaurios y finalmente por el de los pájaros, después aceleró hasta el último piso. Salieron juntos en el último piso, del que tantas veces se había bajado, anhelando los besos y abrazos de mamá, pero esta vez era para quedarse.
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