miércoles, 10 de mayo de 2017

MALTRATO LABORAL



La constitución defiende los derechos y deberes de los Españoles, pero cuántas veces vemos que la justicia tiene una grave discapacidad para acometer el terrorismo contra los derechos y los deberes, muchas de las arrugas que sostengo no son el resultado de la vejez que a mis casi cincuenta años ya hace sus pinitos, si no que se producen por la frustración de ver que soy injustamente tratada y no pasa nada.
Entre otras injusticias porque no quiero agotar a las personas que se dignen a leerme, es mi estado laboral. Soy funcionaria de carrera, cargo que me ha costado mucho esfuerzo y renunciar a muchos años de diversión plena, mi cabeza estuvo hasta que aprobé pensando en mi asignatura pendiente la oposición, después de once años de lucha por conseguirlo, en el 2008 con tres niños pequeños, lo conseguí, levantándome a las cuatro y cinco de la mañana, mientras mis hijos dormían, yo podía estudiar. Así pues conseguí lo que perseguí con verdaderas ganas. ¿Qué ocurrió? ,estuve en prácticas un año, y en expectativa dos, después me dieron la definitiva en Santoña, embarazada de la cuarta, me dijeron que no era motivo para tener un destino cerca de mi residencia, también acredité la enfermedad del primogénito, una alergia mortal y extrema a los lácteos, que le impide comer fuera de casa y llevar un bolígrafo de adrenalina a todas horas encima, ya que el choque anafiláctico lo puede matar, y al final después de mucho papeleo, personarme en la consejería de educación y dar la paliza, me dejaron quedarme en un destino cerca de mi residencia por medio de lo que se llama una comisión de servicios. Al cabo de dos años me dieron la definitiva en Corrales de Buelna, que está a 10 o15 minutos de Torrelavega, me puse muy contenta y allí fui, pero poco me duró la idea de que allí me iba a jubilar. Un buen día me sacó la directora de clase y me dijo que allí no había sitio para mí, habían restado horas al departamento de educación física y habían solicitado media plaza bilingüe, no le gustaba mi forma de hacer las cosas y me echó, increíble pero así fue.
Volví a casa ese mediodía con uno de los mayores disgustos de mi vida, no entendía esa injusticia, como en tan solo un año y después de sacar una vacante en un centro para que sea cubierto como plaza  definitiva  por un funcionario de carrera, se puede desplazar al funcionario sin más, destruyendo sus expectativas, desguazando sus anhelos, machacando su sentido razonable de la justicia.
Un juguetito de la administración, que iba a ser vapuleado aún más. Cada año a un centro distinto sin posibilidad de cercanía a la vivienda, porque los interinos bilingües ocupan las mejores plazas, sin ningún derecho. Te dejan desnuda profesionalmente, te quitan los puntos para poder optar a una plaza en el siguiente concurso de traslados, ya sé que soy un poco exagerada, pero estoy de leprosa en la Consejería. Te pasan con preferencia los funcionarios recientes, los interinos. Todo tu esfuerzo tirado a la basura, no tienes continuidad en ningún centro, y con casi cincuenta años pierdes seguridad, autoridad, capacidad para realizar proyectos, desconoces cada año la identidad del centro al que te enfrentas, que se gestiona de modo diferente, diferentes compañeros, diferente equipo directivo, diferentes alumnos a los que llevas conociendo un año y con los que quieres hacer muchos proyectos en años venideros.
Tus hijos pequeños pierden los derechos a que su madre esté cerca para ocuparse de ellos, porque así lo he luchado y lo he querido.
Es  muy triste la injusticia, muy triste, y nadie escucha, ningún responsable de mis males me atiende con racionalidad, con humanidad, por eso sigo así, maltratada por un sistema muy injusto. Y aun así trabajo con ilusión y adoro a mis alumnos.





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