sábado, 29 de septiembre de 2018

LOS LÍMITES DEL PODER SOBRE UNA MISMA.

Todo el mundo tiene el poder de hacer sobre sí mismo, de corregirse, de deshacer para hacer mejor, el poder de la mente es fuerte, claro y preciso cuándo has estado mucho tiempo realizando submarinismo en aguas profundas de tu interior, cuándo escuchas la verdad de tus adentros, y eres cómplice, interpretas y traduces a la perfección lo que tu yo interno te comunica, muchas veces nos suplica comprensión y no estamos ahí para escucharlo.
Ella, tenía los poderes de la perfección pero un poder tirano, en ella se desbordaba, era como el agua vertida en un vaso que no cesa de llenarse. Su mente Espartana, disciplinada, y meticulosa no controlaba el poder sobre sí misma y se volvió contra ella torturándose y castigándose. Quería medir como una regla, pesar como una caricia, esa que no era capaz de darse. No quería mirarse en un espejo, lo que veía era dolor, imperfección, distorsión. Sus ojos se dejaron engañar por una mente poderosa endiosada pero desquiciada por la medida y la perfección.
Un poder que había que encauzar, abrigándose en el cariño propio, en la compasión, abriendo un resquicio en la ventana de su interior para que disfrutara de su propio silencio, ese que se había negado así misma, de esa paz que nunca encontró, ponerse unas zapatillas de deporte para andar por dentro recorriendo el funcionamiento majestuoso de cada uno de sus órganos, de sus vasos, de su sangre, acogiendo con serenidad cada uno de los latidos de su corazón reconociendo el funcionamiento de su máquina, un engranaje perfecto. Aprendiendo a amarse, acariciarse y ejercitando su mente en ser piadosa con ella, en ser justa, y no dañarse más, no esclavizarse más, no someterse al dolor de verse imperfecta, si no tornarse en el poder de reconocerse cada vez más maravillosa aunque no se ajuste a ninguna medida ni condicionamiento.

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