domingo, 11 de marzo de 2018

LA BURBUJA DE JORGE.


Cuándo era pequeño, nadie sabía donde estaba, pero él se iba a su cuarto, allí pasaba horas y más horas, a veces mirando al techo blanco imaginando historias, otras dibujaba, escuchaba la música que más le gustaba y muchas, muchas veces se quedaba embobado mirando por su ventana observando las nubes. A veces eran monstruos que comían peces, otras dragones que defendían castillos, perros que huían aterrados por un enorme elefante. Las escenas cambiaban continuamente y las miraba fijamente como se desvanecían delante de sus pequeños ojos, dejando pasar a otras para que tomaran protagonismo. Allí se pasaba horas, en su burbuja, en su concha de tortuga, era como meter la cabeza dentro del cuerpo para soñar.
A Jorge le costó mucho saber quien era, sabía que era pequeño, y sus ojos a pesar de no llevar mucho tiempo abiertos, observaba todo y lo analizaba como si fueran ojos maduros con la profundidad y la quietud de un viejo. 
A Jorge no le costó darse cuenta que su interior no coincidía con las expectativas de su familia, y eso hizo que creciese con una burbuja cada vez más grande, con una concha que aumentaba cada vez más para que pudiera meter su cabeza sin dificultad en su interior. 
Así se fue refugiando en él cada vez que lo necesitaba, después de ir al cole e incluso cuando estaba en él, cuándo habían discusiones en su casa y no entendía nada de por que ocurrían tan habitualmente.
Pasó el tiempo y se hizo un ¿hombre?. El así lo creía pero su entorno no lo veía tan claro, poco a poco fue reduciendo sus problemas de identidad, pero su espacio interno seguía creciendo, así se convirtió en una persona muy creativa, tolerante, solidaria, generosa...
Jorge, consiguió saber quien era, aunque también sabía que nunca fue lo que esperaban de él, y después de muchas lágrimas, tristeza, estremecimiento, consiguió aceptarlo, y perdonar a aquellas personas que no le ayudaron en el camino del yo.
Es un hombre de éxito profesional, y de éxito interno siempre tiene ese espacio para abrazarse, por que nadie lo hace como él con ese respeto de conocerse y de haber sufrido hasta llegar aquí.
Nadie le ha comprendido como se comprende él, ya que guarda sus secretos más profundos, un espacio que le ha permitido dar siempre la cara a pesar de las circunstancias.
Quizás el niño pensante no haya salido nunca de la burbuja y  su  yo adulto ha aprendido a escucharle y a defender le fuera en ese espacio social en el que ahora triunfa. 
Piensa que la vida sin ese niño, sería muy triste no podría ver las nubes pasar pensando que son castillos en el aire defendidos por enormes dragones. Por eso cada vez que sale de su burbuja la echa de menos y vuelve para compartirse, soñarse y escucharse.

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