viernes, 9 de marzo de 2018

GABRIEL.

No veo ninguna tortura más cruel para nadie que la de no saber dónde esta su hijo, preguntarte que le ha pasado, si esta vivo o muerto, si esta sufriendo, imaginar sus ojos, su mirada, cómo se sentirá, si estará en silencio o gritará. Esa agonía monstruosa que sienten esos padres, que no tiene consuelo, que te hace luchar cada segundo para saber dónde esta, y la necesidad de verle sano y salvo. 
No hay nada peor que eso, cualquier tortura es preferible a eso, todos los que hemos perdido a alguno de nuestros hijos durante unos minutos o quizás durante horas, hemos creído morirnos, hemos andado desconcertados, llorado desesperados y no podríamos imaginar que esa situación se prolongase sin reconocernos muertos, pero a las pruebas nos remitimos que se sobrevive y si no que se lo pregunten a esos padres que han muerto en vida cuando sus hijos desaparecieron, y que luchan cada día por vivir perdonándose por tantas cosas, quizás no haberse podido despedir de sus hijos, y soñando que se levantarán por la mañana y los despertarán para ir al cole o al instituto. 
No veo ninguna tortura más cruel para nadie que la de no saber dónde esta su hijo.

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