Los días pasan tranquilos a pesar de lo que perturba,
los sueños y la realidad, lo que ves y lo que has pasado,
lo que crees y lo que has dejado, ya no vuelves para atrás.
Apagas las voces que te hablan, que te dicen que te paran,
absorbes el silencio que te escucha, que te aplaca
y que te endulza.
Los días pasan tranquilos a pesar de la penumbra,
de la luz que te envuelve y cuida, de la oscuridad que te
oprime y embalsama. De los cerrojos que te oprimen,
de los ojos que en el desasosiego han aprendido hablar y
las bocas que en el inmenso ruido han sido obligadas a callar.
Y entre héroes y heroínas, entre un ustedes que nos engloba,
aprendemos a respetar, a tender la mano, ayudamos a cruzar.
Porque entre la vorágine de la paralización, aprendimos a cazar
los momentos que se esfumaban con las prisas desaforadas,
con el salir y entrar y el dejar de permanecer,
desplegarte en el recogimiento de un despertar que yace,
el que hace por ser consciente de los momentos y del presente.
Maravilloso
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