Cuándo el alma pide calma y desarma la acción, se encierra en la penumbra, se desactiva y se pone en modo avión.
Cuándo el alma pide sosiego y deja de escuchar, de ver, de oír, de hablar y de tocar. Entonces la mirada se vuelve detrás de los ojos, se envuelve de oscuridad.
Cuándo el alma pide un ¡basta ya!. Basta de lo demasiados y de los insuficientes, basta de los debes, de los atiende. Basta de escucharlo todo, de no callar, de hablar sin reparo y de decir sin más.
Basta de correr con la prisa, de moler el tiempo, de romper las pausas, de malcriar los momentos. De pisar y pisar sin saber qué aplastamos, de agotar los respiros y consumir los suspiros.
Cuándo el alma pide calma , me pierdo en las voces de un desierto interno que recorro sin prisa. Dónde la brisa son susurros de agua salada. Dónde no ando, solo vuelo entre bancos de arena dorada.
Aquí los pájaros pían canciones de amor y el sol se hermanó con la luna para lucir sin abrasar y rondarte sin perseguirte.
Aquí no duele nada, el dolor camina embriagado por la dicha de tanto amor, ese amor primaveral que florece de todos lados, de cada rincón, de cada emoción.
Que no me llamen, cuándo el alma pide calma.
Cuándo el alma pide calma, siempre me vengo aquí.
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