Martina recogió a su pequeña del cole después de terminar su jornada laboral de maestra en la misma escuela de su Ruth, la niña cursaba tercero de infantil. Corrían hacia el autobús como todos los días y allí estaba él para decirles ese buenas tardes tan simpático, mientras Martina pasaban el ticket del autobús.
Había pasado cinco meses desde que empezaron a salir. Martina ilusionada, y él también. El tenía una pequeña de la edad de Ruth, con una custodia compartida de una semana cada uno, en el caso de Martina tenía la custodia completa con fines de semanas alternos. Después de pasarlo mal como en todos los divorcios, se había acostumbrado a vivir libre con su pequeña, a hacer lo que le venía en gana dentro de su concepto de mujer firme, responsable y exigente. Martina desempeñaba su trabajo de maestra con los peques de su aula de tres años con verdadera vocación, interés, y amor, como lo hacia con la maternidad, su hija era su sol y todo estaba supeditado a ella.
Entraba el verano por la puerta grande, el chófer del autobús Autonorte y ella se habían ¿encaprichado?, ¿enamorado?, ¿colmado la soledad?... el caso es que él se presentaba como un hombre equilibrado, romántico, responsable . Vivían cerca y el se dejaba querer metiéndose cada vez más en casa de Martina, también le ofrecía consejos sobre su decoración y la educación de su hija, se mostraba muy austero con todo lo suyo pero muy generoso con lo de ella.
Corrían los días llenos de mensajes de whatsapp, que si te quiero, que eres la mujer de mi vida, que sin ti no puedo vivir...
Un par de viajes juntos le bastaron a ella para tener disonancia cognitiva con referencia a su chico, no le gustaba como delegaba en ella para organizarlo todo, no le gustaba que el le metiera el tenedor en su plato cuando estaban comiendo, no soportaba el ruido que hacía cuando orinaba en su baño, ni cuando se le escapaba algún pedo que otro durante la noche, que la desvelaba. En fín que a los cuatro meses de relación ya estaba más que harta, además le iba dejando a su hija en casa aprovechando para que jugara con la suya y él se iba a hacer recaditos.
Ella se cuestionaba pensando que era muy exigente. Pero una tarde recibió un mensaje de wasap del prenda, así como el que no quiere la cosa le mandó un cartel de un acontecimiento que se iba a celebrar en una piscina de las cercanías. A esa piscina había ido cientos de veces, se bañaba poco pues le daba asco los posibles orines de los viejos nadadores matinales, de las señoras con perdidas temporales de orina, de las meadas infantiles, pero esto último, esta propuesta era lo peor una bacanal, un folleteo múltiple, su chico le estaba proponiendo ...¡que asco!, además todos esos fluidos pensaban mitigarlos con dos simples cucharadas de cloro, nunca más volvería a frecuentar esa piscina.
la foto era muy explícita. Sus ojos como platos, ¿que me quiere decir con esto?, ella puso el grito en el cielo e inmediatamente le borró del wasap, después de escuchar de él que era una broma. Se fue corriendo al baño y vomitó todos sus encuentros, sus besos, sus abrazos, sus te quiero, se metió en la ducha y espero hasta que su piel gritó que la secase. Cogió todas sus cosas que en pocos meses eran muchas y las metió en una pequeña nevera que le bajó el para una de sus excursiones, metió mucho hielo para congelar lo todo como su amor y adiós, se cerró de nuevo su corazón, pero esta vez con alegría, menudo muerto se había quitado de encima.
Prefería morir sola que le quitasen la libertad, que le obligaran a hacer cosas con las que no estaba de acuerdo, él iba cogiendo poco a poco su vida, metiendo sus cosas, proponiendo otras, en pocas semanas se le fue metiendo hasta la garganta pero un simple vómito lo quitó de en medio, ahora queda suelto, sediento de otra víctima, que le haga las cosas, que le diga sí a sus propuestas, y que le cuide a su niña. Señoritas....Sálvese quien pueda.