domingo, 18 de junio de 2017

El CAMINO DE LOS CEREZOS




Llevaba en la vida cuarenta y nueve años, y no había escuchado nunca los sonidos de mi interior, tampoco escuchaba los sonidos de los pájaros de manera nítida y limpia. siempre rodeada de contaminación acústica que narcotizaban mis oídos. Pero no sé porqué decidí irme, aislarme en una pequeña casita rural, tranquila y serena. al principio sentí ansiedad de tanta soledad, seguía escuchando el ruido de las ambulancias, de los bomberos, de la policía, de las gentes que no se escuchan cuando hablan, que lo hacen alto queriendo que prime su voz ante la de todos, y acostumbrados al bullicio como el que está acostumbrado a respirar mal y poco, empecé a saborear las voces de mi interior, esas que lloran por no dejarlas fluir, las que te adoran como eres, las que luchan por su sitio y que hasta ahora no habían tenido su lugar. Empecé a escuchar el canto limpio de los pájaros eran diferentes como lo son ellos, el ruido de las hojas y del pequeño riachuelo que pasaba cerca de la casa, eran sonidos acogedores, que te abrazaban al andar. 
Me descalcé para sentir todas las partes de mis pies alcanzando la tierra, sentir el crujir de las hojas de los cerezos a mi paso y hacerlo con todas las zonas de mi cuerpo, así que me fui desnudando por que el dolor del alma anestesia y no te permite disfrutar de lo más original, del principio de la naturaleza, de ti misma. 
Así que volví una y otra vez hasta que por fin me pude quedar para no irme nunca y disfrutar de lo que realmente importa.


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