domingo, 17 de marzo de 2019

LUZ Y ESPERANZA.

A veces es mejor vivir un mal sueño que la realidad.
Cuándo conocí a Luz supe porqué le habían puesto ese nombre. Sus ojos desprendían destellos cálidos con sabor a canela, cúrcuma y un ligero picor a jenjibre que te hacían querer mirarlos como una pequeña adicción a la sorpresa de su existencia. 
Su matrimonio por mil porqués y algunas respuestas quedó enterrado con una bandera de paz que ondeaba majestuosa tras el duro bache de la ruptura. De esa conjugación nació Esperanza, preciosa igual que su madre pero sin el candor de su mirada. 
Luz, tras el divorcio se quedó con su custodia, fines de semanas alterno y dos días en semana Esperanza se iba con su padre.
 Madre abnegada, dedicada al cien por cien a su hija, detallista, amorosa, exigente pero siempre la llevó mimosamente hacia las risas, cuentos, juegos y mucho amor.
Un día se rompió en dos la vida de Luz, su ex marido le envió una carta con los deseos de su hija, esta carta de la que nunca antes había sabido nada ya que Esperanza mantuvo secreto los deseos  de vivir con su padre.
Apareció el surami, el choque de trenes, el terremoto, la catástrofe que la llevo al más crudo infierno. El desahucio vital, las ganas de perderte en el abismo del olvido. No sin mi hija, ¿cómo vivir sin mi hija?, ¿cómo encontrar aliento, cómo respirar, cómo caminar, cómo trabajar, cómo, cómo, cómo?. No es natural que una madre se de cuenta que su hija a crecido desde la última vez que la vio, como destetarte sin que la madurez haya llegado y tenga que volar, ¿cómo hacerlo si no te duermen, si no te anestesian para no sufrirlo?. ¿Como explicarle al mundo tu injusticia y de ningún modo tener respuestas que te alienten a seguir viviendo a desdibujar la tristeza. ¿cómo hacerlo?.
Cuándo te arrebatan parte de la vida de una hija solo hay silencio externo lleno de ruidos rompedores en el interior, llanto, quejidos, gritos de desaliento. Te encuentras en un desierto, todo es ácido, todo duele, escuece, pica. Te rodea una claridad cruel que te hace cerrar los ojos, que te hunde en aguas movedizas, que te encoje y te mina. Una hecatombe interna que te hace querer morir y no tener fuerzas para decirlo, para gritarlo, para pedir un SOS. 
A pesar de todo, todas las mañanas tienes que despertar, lavarte la cara, vestirte con un peso que te mortifica,  que te impide andar por ese desierto, no ves tierra, ni horizonte ni ninguna estrella solo tu luz interna que se apaga y te ciega. Caes sobre la arena queriendo que te trague  de una vez. Ya planean sobre ti dos buitres carroñeros en cada vuelo observan que parte de los mil añicos de tu cuerpo van a devorar. 
Pero algo ha pasado, sin fuerzas pero con coraje, como una auténtica Juana de Arco, sales tú y la heroína que llevas dentro, un grito de resistencia, de guerra contra la depresión, de lucha por la vida sale de tu interior y con él también se escucha el de tu abuela, madre, hermana, amigas. Un grito tan fuerte que te hace levantarte  con una fuerza sobrehumana. Ahora caminas sabiendo que después de esto, eres casi invencible. Dentro de ti ya no hay solo una mujer, hay un verdadero ejército de guerreras. 
La batalla ha sido y sigue siendo un infierno pero ahora eres más fuerte y más libre. Ahora sabes que nadie te parará para conseguir lo que quieras. 
Una madre es una madre pese a quién le pese, sobre todo a quienes no saben encontrar la solución a un sociedad que busca la igualdad desde la diferencia. En las emociones no sirve el protocolo porque el protocolo no es razonable para todos.


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