El silencio de la cordura
Cuándo tu mente arremete por que no hay ruidos en el exterior que apacigüen los del interior.
Cuándo la soledad se hace un espacio denso lleno de dificultades donde no puedes avanzar.
Cuándo tu mirada se pierde en cientos de porqués sin contestar, Cuándo la tormenta y el bullicio de ideas encienden los rayos que queman la esperanza, gritos de auxilio que solo oyes tú, que solo escuchas tú.
Como un edificio que se quema donde tú eres la víctima y el bombero a la vez, donde las llamas calientan y queman tu piel, tu mirada se cierne perdida en un bosque de basura sin oxígeno, se respira nicotina, a veces alcohol y otras veces la vida rasca como un cepillo de púas finas que hieren y duelen.
El despertar vacío de la rutina, de la nostalgia, de tu violencia te hace llegar al precipicio dónde paras y empiezas a sentir vértigo, miedo de caer, miedo de morir.
Piensas que es difícil recuperarte, pero ahora llega lo más fácil tumbarte y respirar profundamente, acariciar el aire que entra por tus fosas nasales, descubrir la vida en cada inspiración, llenarte de oxígeno, poco a poco relajarte, acariciarte suavemente, escucharte, perdonarte por no haber sabido quererte como mereces.
Disfrutar del silencio y descubrir que en él hay pájaros que cantan, viento que susurra, libros que enamoran, películas que te erizan, estrellas que flotan en un cielo azul, una luna que te sonríe cuándo la miras y que incluso te guiña un ojo.
Entonces empiezas a disfrutar de lo que antes eran gritos de reproches por una tranquilidad que te enamora y que cada vez necesitas más.
Cuándo tu mente arremete por que no hay ruidos en el exterior que apacigüen los del interior.
Cuándo la soledad se hace un espacio denso lleno de dificultades donde no puedes avanzar.
Cuándo tu mirada se pierde en cientos de porqués sin contestar, Cuándo la tormenta y el bullicio de ideas encienden los rayos que queman la esperanza, gritos de auxilio que solo oyes tú, que solo escuchas tú.
Como un edificio que se quema donde tú eres la víctima y el bombero a la vez, donde las llamas calientan y queman tu piel, tu mirada se cierne perdida en un bosque de basura sin oxígeno, se respira nicotina, a veces alcohol y otras veces la vida rasca como un cepillo de púas finas que hieren y duelen.
El despertar vacío de la rutina, de la nostalgia, de tu violencia te hace llegar al precipicio dónde paras y empiezas a sentir vértigo, miedo de caer, miedo de morir.
Piensas que es difícil recuperarte, pero ahora llega lo más fácil tumbarte y respirar profundamente, acariciar el aire que entra por tus fosas nasales, descubrir la vida en cada inspiración, llenarte de oxígeno, poco a poco relajarte, acariciarte suavemente, escucharte, perdonarte por no haber sabido quererte como mereces.
Disfrutar del silencio y descubrir que en él hay pájaros que cantan, viento que susurra, libros que enamoran, películas que te erizan, estrellas que flotan en un cielo azul, una luna que te sonríe cuándo la miras y que incluso te guiña un ojo.
Entonces empiezas a disfrutar de lo que antes eran gritos de reproches por una tranquilidad que te enamora y que cada vez necesitas más.
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