sábado, 25 de mayo de 2019

LA GRADUACIÓN.

Ayer me sentí una reina poderosa, fuerte y con más ganas de cambiar el mundo que nunca. A pesar de lo que digan, a pesar de lo que ignoren, a pesar de los pesares de muchos que no llegan, que no viven, que no disfrutan si no encuentran las puertas abiertas. 
Hace más de diecisiete años hice mi primer compromiso vital, sacar a mi hijo adelante, a mi primer hijo. me volqué de lleno con lo mejor y lo peor de mi, porque en cuestión de vuelcos no hay términos medios, arriesgué todo y más, lloré hasta secarme, reí hasta parar y tener que reubicar cada uno de mis órganos, pero lo dí todo. Un experimento que nunca  sabré como va a acabar, porque si la naturaleza quiere el vivirá más que yo, como lo harán el resto de mis hijos y tendría que estar en su lecho de muerte escuchando sus arrepentimientos para saber que tal le ha ido, como hace balance de su vida.  Me gustaría que nunca se arrepintiera de nada, a lo hecho pecho y hacia delante, me gustaría que estuviera sereno disfrutando de la muerte y experimentándola como lo hiciera con la vida. Así me gustaría que fuera, así me gustaría que sucediera. 
Ayer se graduó y desde la butaca viéndole volví a disfrutar de nuestra historia, una historia de amor, de mucha pasión desde el momento que lo descubrí dentro de mi, pensé que tenía una especie de alien que se gestaba sin permiso, pero su pequeño latido dilataba mi cuerpo conquistando cada vez más territorio, teniendo no solo mi beneplácito, si no que mi vida estaba intensificada al 100 X 100 
porque respiraba, comía, dormía, soñaba y vivía con compañía plena, eramos dos en uno. Mi cuerpo ardía de amor, todos mis órganos, músculos, huesos solo tenían un fin, protegerle con la fortaleza más imperiosa que existe la del vientre materno.
Mi hijo me enseñó a descubrirme, a desnudarme, a quererme tal cuál, a redimir mis pecados y mis faltas, porque hice cosas mal, a veces le hablé mal, no estuve a la altura de la madurez en muchas ocasiones, lo utilicé para desahogarme sin saberlo. Mi hijo me enseñó a descubrirme sin tapujos, a valorarme, a quererme. Ayer se graduó y lo hice yo también en silencio, él era el protagonista indiscutible, estaba tan guapo, ninguna arruga en su cara ni en su traje, aunque si lleva cicatrices en el alma de las que no le pude defender y de las que espero que aprenda para vivir más y mejor y no sean un obstáculo para su felicidad. 
Ayer mi hijo se graduó y vi la vida pasar desde esa butaca, me sentí tan poderosa, un sol muy amarillo, muy radiante del que se despliega el primer rayo. Un rayo con mucho carisma y personalidad, con una sonrisa poco frecuente pero tan poderosa como para que se rinda el mundo a sus pies. Ayer se graduó mi hijo y aunque es simbólico el acto, el recogió su poder, un poder social, emocional que tendrá que gestionar muy bien, para sembrar amor, justicia para cambiar un mundo que promete ser muy distinto.
Ayer se graduó mi hijo el mayor. El lunes iré a trabajar pero ya no seré la misma ni el tampoco, porque el tiempo pasa y cada escalera que subes profundiza tu mirada, amplía tu historia, una historia de amor plena, radiante que ayer le dio alas. Las alas de las decisiones.¡ Buen viaje de la vida hijo!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario