Ya me acosté inquieta, nerviosa, imprudente en mi control, desaforada por la frustración. Me costó lavarme los dientes y echarme las gotas del ojo seco, pensé que me iba a costar conciliar el sueño pero no fue así, caí rápido en un sueño profundo me hundí del todo en el colchón hasta tocar tierra. Hacía mucho frío y no entendía porqué no tenía zapatos, el pijama era de verano, el suelo rugoso pero algo me empujaba a andar. Estuve recorriendo un frondoso bosque, de esos de los cuentos, se oían voces que no me eran desconocidas aunque no sabía buscarles dueños, a veces de mujer otras de hombre mayor, tampoco se entendía lo que decían, parecían advertencias, parecían avisar de algo pero no vocalizaban era cómo si no consiguieran atravesar un muro de piedra que frenaba el sonido.
Quizás intuía la palabra ¡cuidado! otras veces parecían decir ¡aléjate! pero yo me preguntaba de que y de quienes eran. Seguí andando aunque aligeré el paso, empecé a escuchar pisadas detrás y aumenté el ritmo. Quería encontrar mi cama, quería despertar pero no podía, un miedo aterrador conquistó mi cuerpo, deseaba saltar aunque fuera a un vacío incierto, pero el bosque no se terminaba nunca, seguí corriendo. De pronto apareció un marco en medio de tan tétrico escenario y no lo dudé me metí en él, allí todo era tranquilo, a penas corría una suave brisa de primavera, la arena era aterciopelada y apareció el sonido de las olas, ese maravilloso y relajante vaivén del agua. Me tumbe en la arena estaba agotada, me relajé tanto que pensé que me había dormido, cuándo escuché rugir al mar furioso y antes de que me diera cuenta estaba debajo del agua, me había engullido una ola gigante, dí mil vueltas, pensé que no pensaba, creí que no creía, sentí que no sentía pero supe que veía ya que salí a flote y parecía esperándome un maravilloso barco, había música romántica, parecían parejas bailando. Vislumbré un chico joven en una de las cubiertas exteriores, parecía ausente de la fiesta y poco después se tiró al agua. Creí que no podía, que no sacaría fuerzas pero lo hice, nadé hasta él, lo agarré por detrás e intenté acercarme para pedir socorro. Parecían sordos, mudos, ciegos. Nos estábamos ahogando y nadie nos auxiliaba, llegué a agarrarme a una de las escaleras del barco mientras él recobró la conciencia, balbuceaba ¡quiero morir, quiero morir! me sentía solo. Pensé con toda esa gente a su alrededor y se siente solo.
Por fin nos vieron y nos ayudaron a subir, todo el mundo parecía muy amable, pero algo extraño les pasaba en la mirada, era como si no tuvieran profundidad, algo me hacía presagiar que no eran humanos. Cuándo el chico recobró el conocimiento me contó que era un multimillonario y todos eran robots que simulaban ser amigos suyos, programados para hacer preguntas vacías.
Eric que era cómo se llamaba tenía una página de instagram con millones de seguidores, pero todo era mentira, su corazón estaba lleno de humo, de ficción, de soledad.
Esa misma noche después de descansar en un lujoso camarote, me arreglé con un vestido que me trajeron de lo más espectacular y me fui a tomar una cerveza, me tumbé en una butaca escuchando la canción de Let it be de los beatles, mirando la luna que estaba perfectamente redonda, me quité los tacones con los pies.
Era una noche mágica hasta que empezó a llover y cada vez más fuerte. Empezaron a caer rayos y el barco zozobraba cada vez más. Intenté refugiarme, entrar por una de las puertas, pero los movimientos bruscos me lo impedían. Caí y desde el suelo vi como el barco se precipitaba como por un remolino hasta quedar enclavado en arena. Todo estaba en silencio, empecé a correr escapando de la nada, adentrándome en un no sé, pero allí apareció un marco y tras él mi cama, me precipité hacia ella como si no hubiera un mañana, me arropé queriendo despertar. Sonaba Let it be una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Entonces me armé de valor y bajé la sábana y vi que era mi despertador musical, marcaba las seis de la mañana, ¡casi me muero del susto!.