La princesa vivía en un castillo muy hortera, adornado por una madrastra ambiciosa y con un gusto pésimo, desde que murió su madre el castillo se convirtió en una feria de ostentosos adornos dorados, y llenos de ornamentos, terciopelos, y satenes por todos lados. Chirriaba todo a su alrededor. A la princesa le encantaba pasear por los caminos que rodeaban el palacio llenos de árboles y flores.
En primavera y otoño eran las estaciones más bonitas para caminar y sentarse encima de una piedra o al lado del hermoso lago, además la malvada reina sufría de alergia primaveral y se encerraba en sus aposentos. Así ,todo estaba mucho más tranquilo, y había paz. En Invierno y verano la princesa se cobijaba en su interior y se pasaba horas y horas meditando, disfrutando de su respiración y sus sensaciones.
Un día la reina le propuso al rey que llamarán a un príncipe casamentero para concertar el matrimonio de su hija, que se le iba a pasar el arroz, y así lo hicieron. la princesa no dijo ni sí, ni no, no hizo ni caso a las propuestas de su padre y su madrastra, como si no fuera con ella. Pero llegó el día y se presentó un príncipe en las puertas del palacio, llamaron a la princesa que meditaba como todos los días en el jardín al que daba su habitación, pero no hubo manera de despertarla de la concentración, dejaron entrar al príncipe que se sentó enfrente de ella, mirándola sin cesar quedó profundamente enamorado. Cuándo la princesa decidió culminar su rato de meditación se encontró a un príncipe absorto, lleno de espectativas, quería una princesa, casarse, tener hijos y aprovechando el despertar de la princesa de su concentración se lo comunicó. Ella se quedó en silencio y decidió volver a introducirse en su respiración, el príncipe se sintió rechazado y se marchó cabizbajo.
Así fueron deambulando príncipes y más príncipes por el castillo.
Hasta que llegó uno y se sentó a su lado con las piernas cruzadas y cerró los ojos, cuándo la princesa terminó lo vio a su lado y se quedó mirándole, absorta sin pestañear. Cuándo el príncipe termino su meditación, pasearon durante horas, al final de la tarde el príncipe se marchó y volvió al día siguiente y al otro y al otro hasta que decidieron emprender un camino juntos lejos del castillo, sin prisas se pararon muchas veces a disfrutar de la luz, del sonido del agua, del piar de los pájaros y sus sensaciones se volvieron maravillosas compartiéndolas, se amaron profundamente y cerraron los ojos juntos muchas veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario