La vela iba a brillar en lo más alto de la tarta, era el número 1, espero su momento cuando familiares y amigos del bebé se pusieron delante de ella para soplar la, fue la protagonista de un día maravilloso para Laura, no le dio tiempo de asimilar tanto éxito cuando fue abandonada en un cajón durante 10 años, llena de polvo la recuperaron, Laura cumplía 10 años, a partir de ahora contarían con ella año tras año luciendo encima de la tarta acompañada de un número nuevo, pero llegó el fatídico día de ese año 20 en el que no fueron a recogerla, triste y desolada espero y espero con el resto de números que tampoco le tocaban. Al año siguiente en el 21, lució con sobriedad mientras Laura soplaba con fuerza y se proclamaba reina de su veintiún año. Pasaron los años y nada, por el cajón no llamaban al 1, no se le echaba de menos, así que decidió aceptarlo y vivir en concordia asumiendo su destino, que era brillar cada 10 años. A los 81, laura sopló la vela por última vez, y su hija la cogió para la tarta de Gustavo su hijo que cumplía un año, y que mejor que poner la vela que había acompañado a su abuela toda su vida. Pero llegó el abuelo con una vela nueva dorada y que se encendía sola y la vieja vela fue al cubo de la basura, donde se perdió entre latas y cartones de leche. La vela se pasó la vida esperando lucir en los cumpleaños, en las fiestas, y mientras lo hacia se mostraba fuerte, segura, con su mejor sonrisa. Mientras tanto no supo hacer otra cosa que lamentarse dentro del cajón, pensar en sus recuerdos y en como luciría en el futuro, pero se bebió el presente sin enterarse, su vida se esfumó en la oscuridad.
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