Desde el momento que empezó a latir mi corazón dentro de ti, dejaste de respirar igual por que compartías el oxígeno conmigo, dejaste de alimentarte igual, por que compartías el alimento conmigo, dejaste de pensar igual, y empecé a ocupar mucho tiempo en tu pensamiento, en tus preocupaciones. Dejaste tus prioridades arrinconadas para dar protagonismo a las mías, dejaste tu tiempo de ocio para cultivar el mío, dejaste de cuidarte para cuidar de mí, dejaste de lamentarte para luchar por mi, ¡dejaste tantas cosas!.
Nunca dejaste de decir que me cuidara, que tuviera cuidado, intentando protegerme como lo hacías en tu vientre. He compartido mi sufrimiento contigo y me has salvado de muchas situaciones con tus consejos. Nadie me ha querido y me quiere como tú, nadie me ha cuidado como tu, nadie se interesa tanto por mi como tú.
Así que mamá te doy las gracias hoy y todos los días por tu generosidad, por tu amor, por tu protección, y por que tu mirada está en mí y muchas veces veo la vida con tus ojos. Gracias por todo.
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