QUIZÁS hace unos 35 años, miraba la vida desde la arena y no divisaba ningún barco en el horizonte, veía la vida con la ilusión desbordante de un marinero que espera embarcar con ansia para hacer el viaje de su vida pensando que cuándo sea capitán y todo dependa de uno mismo será más fácil, llevar el rumbo del barco también depende de la tripulación tanto como de la voz de mando. Esta capitana se ha ganado a pulso el poder de manejar su vida, sin la desconfianza de marineros que la traicionen, o la dejen tirada cuando más lo necesita. El barco se ha quedado con pocos tripulantes pero muy valiosos, ya no hay tanta ansia de llegar a puerto, si no el ansia es de disfrutar de cada segundo de navegación sin esperar encontrar un barco, puerto o tierra en el horizonte, pero si así es, lo recibiremos con las garantías que da la solemnidad, por que esta es muy elegante, es segura y sabe el rumbo que quiere llevar, sin dejarse influenciar por los visitantes.
QUIZÁS hace 35 años, jadeaba y no respiraba, corría solo corría y no andaba, tragaba y no degustaba, atropellaba y no dejaba pasar, me encendía pero no me alumbraba, rascaba pero no acariciaba, mordía pero no besaba. Ahora es el momento de disfrutar del conocimiento de la praxis, de lo cotidiano, de como los segundos discurren suaves entre los momentos de tranquilidad, esa tranquilidad que da frescor en un interior que agradece airearse para recibir lo nuevo, que es todo y que te hace percibir la vida con ilusión.
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